viernes, 31 de octubre de 2014

El cementerio de San Fernando.



El Cementerio de San Fernando se inauguró en el año 1852 como respuesta a las necesidades de concentrar los enterramientos en un solo lugar y no sólo en las iglesias y cementerios provisionales, ya copados en el siglo XVIII a causa del crecimiento demográfico y las periódicas epidemias que azotaban a la población.

Los primeros cementerios provisionales que hubo en Sevilla fueron el del Prado de San Sebastián; el Cementerio de los Pobres; el Cementerio de los Canónigos o Eclesiástico y, finalmente el Cementerio de San José, en Triana.

Muy pronto, el Cementerio del Prado de San Sebastián quedó en desuso por su ubicación y ello hizo que en el año 1831 el Ayuntamiento de Sevilla determinara construir un cementerio nuevo de urbanización más moderna. La zona en la que se edificó era entonces un lugar de paseo y esparcimiento de los sevillanos. El Cementerio de San Fernando fue construido a lo largo del año 1852 y abrió sus puertas al primer entierro el día 1 de enero de 1853.

Está formado por vías principales donde se encuentran las tumbas, mausoleos o monumentos funerarios de toreros, cantaores y cantaoras, así como otras de interés que son exponente del barroquismo y la espectacularidad que pueblan las costumbres de Sevilla, como la Semana Santa. Además, cuenta con numerosas calles periféricas.

El 1 de enero de 1853 como decimos. Abren las puertas del que será el lugar de descanso eterno de miles de sevillanos. Los primeros cadáveres en entrar pertenecen a un matrimonio. Ambos murieron de «calentura». Éste sólo es el principio de las innumerables páginas que han quedado escritas con el paso de los años.
Manuel Abril y Antonia Ruiz, marido y mujer, fueron las primeras personas que recibieron sepultura en el cementerio de San Fernando. Lo hicieron el uno de enero de 1853, fecha en la que quedaba abierto el camposanto. Según consta en el primer certificado de sepultura del registro del cementerio de Sevilla, ambos fallecieron en el mismo día a causa de «calenturas», a la edad, «aquel de cuarenta y tres años y ésta de cuarenta». Los dos cadáveres procedían de la parroquia de Santa María La Blanca, y se hallan sepultados en una fosa común.

A ellos le seguirían muchos más. En aquellas fechas, eran muchas las personas que morían por causas naturales y a corta edad, ya que no disponían de los adelantos médicos.

En el cementerio de San Fernando se pueden encontrar sin embargo lápidas lápidas que datan incluso de principios del siglo XIX, esto se debe a que muchos cadáveres fueron trasladados de otros cementerios, como el de la parroquia de San Sebastián, en la zona de El Porvenir, donde yacen los cuerpos de distinguidas personalidades. La mayoría de estos traslados se hicieron para que los restos estuvieran sepultados junto a familiares que empezaron a ocupar las nuevas instalaciones.
Por tanto repetimos el registro del cementerio sólo constan aquellos cadáveres que ingresaron a partir de 1853. Antes de esta fecha, las defunciones quedaban registradas en el archivo general del Ayuntamiento de Sevilla.

El matrimonio de Manuel y Antonia fue sepultado sin saber que entrarían a formar parte de la historia del cementerio de San Fernando de Sevilla. Historia en la que también podemos encontrar otros aspectos interesante.

UN DÍA DE TORMENTA
Con las letras casi ilegibles se recoge también un día de tormenta entre el liso escritorio de las lápidas. Hubo algunos desplazamientos, las cadenas se movieron sin cesar, algunas de ellas provocaron que sepulturas se rompieran. Restos de esta tormenta aún pueden observarse si damos un paseo por la zona más antigua del cementerio, donde el musgo y el óxido se combinan para crear un ambiente que recuerda al más puro aire de la Sevilla romántica.

Entre las obras de arte más destacadas del Campo Santo se encuentran el Panteón de Joselito "el Gallo", el Cristo Crucificado de las Mieles, el Panteón de Antonio "El Bailarín", el del torero "Paquirri"... Todo el recinto está ajardinado mediante alineaciones de cipreses, el árbol fúnebre por excelencia. Asimismo se pueden ver palmeras, que simbolizan el triunfo de la vida y la eternidad; cedros, tuyas, laureles, romeros...

CRISTO DE LAS MIELES

Obra del ilustre escultor Antonio Susillo Fernández, fue fundido en bronce en 1880 para presidir la glorieta principal del Cementerio de San Fernando de Sevilla. De características barrocas, está considerado de las mejores imágenes cristíferas por su perfección. Bajo el Cristo, el monte de rocas a modo de Gólgota que hace las veces de tumba del escultor.

El nombre del Cristo proviene del suceso que presenciaron numerosos visitantes al cementerio, que vieron como del pecho y boca del Cristo, manaba miel. Lejos de ser un milagro, es obra de las abejas, cuyas colmenas pueblan distintas zonas del camposanto sevillano, como también ocurre en una de las ánforas del pórtico de entrada al mismo.

Pueden realizar una vivita virtual al Cementerio de San Fernando en el siguiente enlace:

martes, 14 de octubre de 2014

Los enigmas de la Venus del espejo



Carne de enigma y morbo artístico a través del tiempo, La Venus del espejo, el único desnudo de la pintura española del siglo XVI. Toda la historia que rodea a esta gran obra, es del todo singular: una Venus completamente desnuda como esta era algo totalmente insólito para una época en la que la Inquisición tenía desterradas las imágenes carnales.

Las primeras dudas de lo que podría llamarse el misterio de la Venus se plantean en torno a su fecha de ejecución. La primera referencia documental sobre ella data de 1651, fecha en la que aparece mencionada en un inventario de las posesiones del poderoso Gaspar Méndez de Haro, marqués del Carpio y Eliche, y sucesor del conde-duque de Olivares.

Sin embargo, hace apenas diez años, un historiador español, Ángel Aterido, descubrió que la pintura había pertenecido con anterioridad al marchante y artista Domingo Guerra Coronel, y que había sido a la muerte de este cuando pasó a manos del marqués del Carpio.

Como ya se ha señalado, la pintura aparece inventariada en el año 1651 entre los bienes de Gaspar de Haro y Guzmán y pasó luego a su hija, Catalina de Haro y Guzmán, la octava marquesa del Carpio, y su esposo, Francisco Álvarez de Toledo, el X duque de Alba.13 Estuvo desde 1688 a 1802 en poder de la Casa de Alba. En 1802, Carlos IV de España ordenó a la familia que vendiera la pintura (junto con otras obras) a Manuel Godoy, su favorito y primer ministro. Éste la colgó en su residencia entonces, el Palacio del Marqués de Grimaldi (vecino a la calle Bailén) junto con dos obras maestras de Francisco Goya: La maja desnuda y La maja vestida, que posiblemente fueron encargadas por el propio Godoy. La Venus hubo de colgar en el llamado Palacio de Godoy durante unos pocos años, hasta que el primer ministro se mudó al Palacio de Buenavista, en la Plaza de Cibeles.

Pero la gran incógnita es saber quién es esa bellísima mujer que posa de espaldas y cuyo rostro se percibe borroso en el espejo que sostiene Cupido. Existe la teoría que apunta a una de las muchas amantes del marqués de Eliche, hombre con fama de libertino y promiscuo. La versión más difundida es que la mujer es inventada y que Velázquez se inspira en la escultura clásica conocida como el Hermafrodita borghese, cuyo original se encuentra en el Louvre y del que existe una copia en el Prado.

También se ha escrito que se inspiró en uno de los modelos pintados por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Las discusiones entre profesores han generado y siguen generando abundantísima literatura. Sin embargo, las últimas investigaciones señalan a Olimpia Triunfi como la auténtica Venus. Todos los indicios apuntan a que se conocieron en Roma cuando el pintor tenía 50 años y ella, entre 18 y 20.

Velázquez había hecho su primer viaje a Italia en 1629. Tenía entonces 30 años y se quedó durante casi un año. En el segundo viaje, hecho por encargo del rey para mandar reproducir grandes esculturas, es ya un grandísimo artista que se relaciona con los mayores creadores del momento. Le nombran académico, le agasajan y a él le encanta el ambiente de libertad que hay en Italia. Le gusta tanto que el rey le pide que regrese en varias ocasiones y él retrasa el viaje lo más que puede. Parece que le une el amor por la joven Olimpia, pero, sobre todo, el hijo que tiene con ella.

La historiadora británica Jennifer Montagu descubrió a comienzos de la década de los ochenta que Velázquez, casado en España y padre de dos hijas, había tenido un hijo en Italia.

Apoyada en documentos, la investigadora demostró que el pintor hacía pagos periódicos a Olimpia para el mantenimiento del pequeño, un niño llamado Antonio. En esos documentos se descubre un Velázquez preocupado por la precaria salud del niño y desconfiado ante los cuidados que le prodiga la madre. El niño murió cuando contaba sólo ocho años de edad, por causas desconocidas.

Posteriormente se han encontrado en archivos romanos numerosos documentos que completan los descubrimientos de Montagu. En ellos se detallan las cantidades y la periodicidad de aquellos envíos de dinero.

Velázquez muere a los 60 años, lo que significa que pinta a la Venus en su última década, en su etapa de máxima madurez, cuando realiza sus obras maestras más conocidas, entre ellas El barbero del Papa, Las meninas, Las hilanderas...

¿Se atreve a realizar más desnudos? Dependiendo de los historiadores que se consulte, parece que pudo pintar dos más. Hay escritos en los que se habla de uno de ellos y de que se trataría de otra Venus. Si la hizo, está desaparecida. El interés por ese segundo desnudo velazqueño es tal que dos novelas lo tienen como tema central. Una es La mano de Velázquez, de Lourdes Ortiz. El segundo libro es obra de Thomas Hoving, conservador del Metropolitan de Nueva York.

No se sabe tampoco cuánto cobró Velázquez por  La Venus del espejo pero los expertos se arriesgan a asegurar de que debió tratarse de una suma alta, dado que era el pintor de cámara del rey. Del dueño inicial, el marqués de Eliche, el cuadro  fue llevado a Inglaterra en septiembre de 1813. A los cuatro meses adquirió la tela George Yates y más tarde pasó a poder de J. B. S. Morritt, para engrosar su colección de Rokeby Hall, que la adquirió por quinientas libras, y por consejo de su amigo Thomas Lawrence.

Aquí se nos presenta otro de los enigmas de este cuadro: ¿Cómo salió la obra de España y llegó a manos del coleccionista inglés? Unos señalan que la pintura fue robada directamente por los ingleses de las colecciones españolas durante la Guerra de la Independencia y llevada a Inglaterra en 1813.  Otros dicen que Fernando VII regaló la Venus del espejo a Wallis, el agente del coleccionista Buchanam. Otra corriente se inclina en creer que cuando los franceses se incautaron de la colección de Godoy, el lienzo fue seguramente suministrado por Frederic Quilliet, comisario de Bellas Artes del rey José, al pintor británico George Wallis que compraba por cuenta del millonario coleccionista Buchanan. Nadie lo sabe con certeza.

Lo cierto es que el cuadro viajo a Inglaterra, que a Morritt, se lo adquirió, posteriormente, el gran marchante de arte inglés Agnew and Son y que finalmente el Fondo de las Colecciones de Arte Nacionales, por entonces recientemente creado, adquirió la obra en 1906 por 45.000 libras, para la National Gallery, siendo su primera adquisición triunfal. El rey Eduardo VII admiró grandemente la pintura y anónimamente proporcionó 8.000 libras al fondo para su compra, y se convirtió en Patrón del Fondo en adelante. El acuchillamiento de la tela en 1914 por una sufragista que consideraba escandalosa la obra, hace que las medidas de seguridad del cuadro sigan siendo extremas.

Mientras, desde una de las salas de la National Gallery de Londres, el rostro de la sensual dama asoma borroso en el espejo, como si el propio Velázquez hubiese querido burlarse de nosotros proponiéndonos un acertijo…

miércoles, 1 de octubre de 2014

La Casa de la Contratación



Una vez designada Sevilla como puerto para las Flotas de Indias, el próspero comerciante genovés Francisco de Pinelo sugirió a los Reyes Católicos la creación, en la misma, de una casa similar a la que estaba funcionando en Lisboa. Se crea así La Casa de la Contratación que supuso la plataforma definitiva para convertir a Sevilla en  la ciudad más importante de la época, y hacer que ésta fuera, durante doscientos años, una pieza clave en la vertebración del mundo. Esta es su historia y las actividades que en ella se desarrollaban.

En 1503 se estableció por decreto real la Casa de Contratación de Indias en Sevilla, creada para fomentar y regular el comercio y la navegación con el Nuevo Mundo. Su denominación oficial era Casa y Audiencia de Indias.

Su funcionamiento quedó regulado en las Ordenanzas expedidas en Alcalá de Henares en el momento de su creación. En principio se organizó como una agencia de la corona castellana, para realizar, por cuenta propia, y en régimen de monopolio, el comercio con las tierras recién descubiertas, pero la ampliación insospechada del escenario americano hizo imposible este proyecto, y la Casa de contratación se convirtió en el órgano destinado a inspeccionar y fiscalizar todo lo relativo al tráfico indiano.

Su reglamento fue modificado por las Ordenanzas expedidas en Monzón en 1510 que son más extensa y detalladas. Se especificaban las horas de trabajo; se habla de los libros de registro que hay que llevar; se regula la emigración; se trata de las relaciones con mercaderes y navegantes; se dispone lo relativo a los bienes de los muertos en Indias.

Su personal estaba compuesto, al principio, por un factor, a cuyo cargo estaba el aprovisionamiento y revisión de los buques y la compra y expedición de ciertas mercancías por cuenta de la Hacienda (armas y municiones, azogue para extraer la plata, etc). Un tesorero, que recibía todos los caudales procedentes de América, tanto de particulares como de la corona, y se hacía cargo de los bienes de las personas fallecidas allí, en tanto no eran entregados a sus herederos (los bienes de difuntos) y un contador-secretario, encargado de la contabilidad de cuantas operaciones realizaba la Casa.

También fue notable su labor en lo que respecta a las técnicas de navegación y a la ciencia náutica En 1508 se incluye dentro de la Casa de la Contratación al Piloto Mayor encargado de examinar a los pilotos que desean hacer la carrera, y de censurar las cartas e instrumentos necesarios para la navegación y el Padrón Real o mapa-modelo del Nuevo Mundo, hasta 1519 en que se crea el puesto de Cartógrafo. Piloto Mayor en 1508 fue Américo Vespucio, sucediéndole más tarde Juan de Solís y Sebastián Cabot. . Años después, en 1552, se crea la "Cátedra del Arte de la Navegación y la Cosmografía".

La Casa de la Contratación también tenía la facultad de administrar justicia en los pleitos relativos al comercio y la navegación, previo asesoramiento de un letrado. Su actividad en esta esfera provocó numerosos conflictos con otros organismos judiciales. Cuando se creó el Consulado de Sevilla (1542), tribunal mercantil, muchos pleitos sobre responsabilidad civil pasaron a él, pero lo criminal siguió bajo la jurisdicción de la Casa de contratación, con la función de cargos de fiscal (1546) y juez asesor (1553).

En 1583, se creó una sala de justicia dentro de la Casa de la contratación, con lo que la función judicial quedó totalmente separada de las tareas administrativas y fiscales. En 1596, la sala de justicia fue equiparada a una audiencia. La Casa de contratación desempeñó ciertas funciones de gobierno, como el reclutamiento de colonos para poblar las nueva tierras, el registro y la expedición de licencias para los que querían trasladarse allí, pero sobre todo fue órgano consultivo de los reyes para todo lo referente al comercio, a través del cual se cursaban órdenes acerca del tráfico mercantil indiano.

El cronista oficial de la Casa escribía además la historia de la América española y de su desarrollo tecnológico y científico. Como se ve a mediados del siglo la Casa del Océano –como gustaba llamarla Mártir de Anglería– era un organismo de enorme importancia,  bien reglamentado, con capilla y cárcel propia.

Además de los cargos ya apuntados a partir de 1557 la Casa contó con un presidente y fue aumentando el número de sus funcionarios, a medida que fue incrementándose también la importancia del tráfico americano. Los oficiales de contaduría, numerosos escribanos, hicieron de esta institución una de las más complejas de todas la existentes en la Sevilla de los Austrias.

Su primera sede fueron las Atarazanas de Sevilla, pero como era un lugar expuesto a las arriadas y dañino para las mercancías, pronto fue trasladada a las dependencias del Alcázar Real, donde quedó instalada en la sala denominada de los Almirantes, local "sano, y alegre", con buen patio y una puerta orientada hacia el río. Allí permaneció hasta que fue trasladada oficialmente a Cádiz en 1717.