sábado, 31 de enero de 2015

Canal Sevilla Bonanza


En plena efervescencia del debate sobre el dragado del Guadalquivir para la ampliación de su navegabilidad, recordamos en nuestras páginas el Proyecto Sevilla-Bonanza. Esperemos que este proyecto actual no se convierta una vez más, en una profunda frustración para Sevilla, como ocurriera hace ya cincuenta años.

En efecto, en 1953, el Ministerio de Obras Públicas encomendó al puerto la redacción de un proyecto de mejora de la vía marítima, cuyo anteproyecto se aprobó en 1954. Su autor fue el ingeniero José Eulogio Prieto Moresi. La obra pretendía crear un canal de 68 kilómetros entre Sevilla y Sanlúcar de Barrameda que, acortando el recorrido entre el puerto y el mar, evitaría la servidumbre de las mareas, y permitiría el paso de buques de hasta 24.000 toneladas. El canal tendría una anchura de 120 metros en la superficie y 90 en la base, con una profundidad de 10 metros y contaría con dos malecones exteriores y paralelos como protección ante posibles inundaciones.

Su presupuesto se fijó en 2.700 millones de las pesetas de entonces, de los que unos 500 se destinarían a la construcción de una serie de esclusas necesarias. Una inversión brutal para la época pero que traía consigo la promesa de reindustrialización de todo el Bajo del Guadalquivir.

Pero el proyectado canal no contó con ninguna clase de apoyos en Madrid ni en el resto de Andalucía, y lo que aún fue más sangrante, ni en Sevilla. Tampoco se supo ni siquiera se intentó vender la idea del canal al resto de las provincias andaluzas occidentales, que nunca valoraron el significado regional del canal, pese a los informes positivos de la Organización Sindical. Para el resto de los andaluces el canal de navegación Sevilla-Bonanza dotaría a la capital andaluza de un superpuerto sin beneficios para las demás provincias. Y esta interpretación torticera, fue utilizada en Madrid para torpedear el proyecto sevillano.

Sin embargo, la realidad era bien distinta. El canal tenía un recorrido de sesenta y ocho kilómetros, con lámina de agua y cauce con profundidad estable, alimentados por el Guadalquivir. De manera que el canal acortaba el recorrido entre Sevilla y el mar y evitaba la servidumbre de las mareas y los riesgos del río natural, por lo que los buques podrían navegar las veinticuatro horas del día con la máxima seguridad y a plena carga. Pero el valor añadido más rentable del canal radicaba en que todo el recorrido de casi setenta kilómetros podía ser habilitado para puerto y todas sus márgenes para zonas industriales

En Diciembre de 1964,  su ejecución, fue aprobada por las cortes según ley 80/1964. A finales de mayo de 1966 finalizó el concurso de proyectos y ejecución del canal. Se presentaron cuatro posibles soluciones. Y así llegamos al 29 de marzo de 1968, cuando oficialmente hay canal. Un canal que nada tiene que ver con el primitivo proyecto de 1953. Las obras fueron adjudicadas a Dragados y Construcciones, y finalmente, quedó reducido a su primera fase, finalizada en 1975, que es un pequeño tramo de aproximadamente dos kilómetros,5 que se utiliza como dársena del puerto de Sevilla, finalmente la cabecera del canal, quedó unida al canal de Alfonso XIII en 1985.


Nicolás Salas nos desvela las claves en su libro Navegación:

Todavía hoy se desconoce cuáles eran verdaderamente los objetivos del canal. Para la inmensa mayoría se trataba de que Sevilla tuviera un gran puerto, el mejor de Andalucía, en contra de los intereses portuarios de Cádiz y Huelva. Hasta Córdoba se sintió ofendida. Era injusta tal actitud, por supuesto, pero resultaba explicable por la propia actitud de Sevilla, que era la primera en desconocer el alcance del canal y en promover su conocimiento al resto de las provincias hermanas.
El propio Franco, en una de las visitas sevillanas, dijo que el canal era al Sur lo que la ría de Bilbao al Norte. Y ahí estaba la clave. No le interesaba al capital norteño ni un canal entre Sevi­lla y Bonanza, ni una cuarta siderúrgica de cabecera en el litoral gaditano, como años después se comprobó. La enemiga administrativa tuvo como aliada a los propios sevillanos, que nunca co­nocieron el alcance auténtico del canal, que nunca se preocuparon de vender su imagen al resto de la región, que nunca tampoco supieron enfrentarse a la realidad y callaron sumisos ante el or­deno y mando centralista. El Sur y no el Norte sí que puede decir que ha sufrido la bota del centralismo más trasnochado.”

Cincuenta años después, de este proyecto que surgió curiosamente como alternativa para no tener que dragar el Guadalquivir, ni Sevilla ni su puerto ni las administraciones son tan ambiciosas, ni las cautelas medioambientales permitirían, probablemente su ejecución, pero el actual que plantea el dragado puntual de 1,5 metros para permitir el paso de barcos de 10.000 toneladas (ni la mitad de los que se preveían con el canal), sigue a la espera. ¿No es posible aunar los interese de todos, para no llegar a convertirlo en una nueva frustración para Sevilla?

jueves, 15 de enero de 2015

¿Que hacemos con las atarazanas?


El año pasado por estas fechas La Fundación Atarazanas avisaba del "peligro de colapso y derrumbe de algunos de los espacios" del monumento "por la falta de vigilancia especializada y mantenimiento de sus estructuras constructivas". Era una llamada desesperada ante la situación de abandono de este Bien de Interés Cultural (BIC) construidas en 1252 bajo el reinado de Alfonso X, que se encontraba sumido en un proceso de desencuentro de intereses entre administraciones.

Años atrás la Junta de Andalucía, acordó la cesión durante 75 años del antiguo recinto al objeto de que la entidad bancaria rehabilitase el monumento y crease allí un nuevo espacio cultural merced a la propuesta de intervención diseñada por el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra. En junio de 2012, de hecho, la Fundación Museo Atarazanas y 'La Caixa' alcanzaron un acuerdo en torno a un convenio de colaboración para el desarrollo de este proyecto de intervención, dado que el colectivo había mostrado sus dudas respecto a la naturaleza del proyecto de restauración.

Pero meses más tarde, la 'Fundación La Caixa' decidió no materializar en las Reales Atarazanas su proyecto de centro cultural. Tras no prosperar la iniciativa en la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento hispalense, que reclamaba un plan especial que la Junta de Andalucía creía innecesario, la entidad bancaria resolvió, no sin una intensa polémica, instalar su centro cultural en el complejo de la torre de 178 metros de altura que, desde hace años, promueve en el sector sur de la Isla de la Cartuja, la famosa Torre Pelli.

En marzo del pasado año El consejero de Cultura Luciano Alonso informaba que estaba en conversaciones con La Caixa para convertir las Reales Atarazanas de Sevilla, en un "centro de diálogo con América, tanto del Sur como del Norte. La idea sería la creación de un centro que sirviese para potenciar las históricas vinculaciones del monumento y de la ciudad con el continente americano en sus aspectos cultural, político, social y económico.

Finalmente en diciembre del pasado año La presidenta de la Junta, Susana Díaz, y el presidente de La Caixa, Isidro Fainé, presentaron, junto al arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra, el proyecto definitivo de rehabilitación y dotación cultural de las Atarazanas, los astilleros medievales que llevan seis años sin uso en el Arenal de Sevilla.

Mediante este acuerdo, la Fundación La Caixa se compromete a invertir 10 millones de euros para rehabilitar los astilleros que mandó a construir Alfonso X en 1252. Por su parte, la Fundación Cajasol dotará de contenidos culturales este espacio, para lo que aportará 400.000 euros anuales. La Consejería de Cultura se encargará también de la programación, así como del personal y el material necesario para su funcionamiento. La inversión de la Administración andaluza superará el millón de euros al año.

El nuevo proyecto para las Atarazanas aspira a recuperar el concepto de universalidad, que ha inspirado a Sevilla y Andalucía a lo largo de su historia, y reinicia su actividad de “construcción de navíos”, pero en este caso de navíos culturales que trasladan y difunden una memoria común y facilitan el encuentro.
Será un espacio para el encuentro con el continente americano y su cultura, un escenario libre para la exhibición, el debate y el pensamiento de América en Europa. Por todo ello Atarazanas tiene la oportunidad de convertirse en un “ingenio capaz de crear energía cultural entre dos continentes”. En una ventana al pensamiento, a la investigación y a las manifestaciones artísticas, históricas y contemporáneas, de América y Andalucía.

En definitiva, Atarazanas será una ventana a la realidad americana y andaluza. Un punto de encuentro y convivencia, de experiencias y de creación, de libertad y de pensamiento.

La intervención arquitectónica de Vázquez Consuegra se define como espacio "generador de usos culturales" las Atarazanas y parte de un principio de mínima intervención que garantice la conservación de los valores culturales del bien. Entre otros aspectos, conservará la espacialidad de la planta baja, evitando nuevas compartimentaciones; potenciará el uso de las cubiertas y las hará visitables y abrirá el inmueble también hacia la calle Dos de Mayo.

El proyecto incluye una gran plaza pública, un espacio de recepción y punto de información, un espacio permanente de interpretación del edificio, la Exposición permanente: América y Andalucía, dos salas de exposiciones temporales, el espacio multiusos "Atarazanas", una zona de proyecciones y otra de restos arqueológicos, entre otras instalaciones.

En las tres cubiertas de la planta alta se habilitarán salas expositivas de uso polivalente. Sólo una de ellas se acondicionará, mientras que las otras dos estarán libres. La instalación de una cafetería y restaurante en la zona que sirve de mirador -como contemplaba el Caixafórum- queda condicionada a la disponibilidad presupuestaria.

Filosofía como podrán comprobar no le falta al proyecto, ahora esperamos a ver como se concreta y a si definitivamente se cierra este capítulo, uno más, de los desencuentros entre administraciones que tanto daño hacen al buen interés público del patrimonio de nuestra ciudad. Así sea