domingo, 9 de agosto de 2015

Trofeo ciudad de Sevilla


El 22 de agosto de 1972, a las 21.30 horas, se ponía el balón en juego en el Sánchez Pizjuán. Betis y Honved de Budapest se enfrentaban en la primera semifinal del I Trofeo Ciudad de Sevilla, ante un estadio que se llenó para ver a los verdiblancos.

El Trofeo Ciudad de Sevilla se unía así a la larga lista de trofeos veraniegos que poblaban la geografía española.  En la década de los 70 vivieron su época más esplendorosa, con más de 50 torneos veraniegos por año.  A partir de los 80 comenzó su decadencia, que se acentuó con la entrada de las televisiones a finales del siglo XX.

Ya en 1971 se habló de organizar un trofeo de verano en Sevilla, pero no se concretó hasta 1972, impulsado por el Ayuntamiento sevillano. La idea era un cuadrangular a celebrar alternativamente en cada campo y con la participación de dos clubs extranjeros. Aunque en principio se habló de enfrentar en la primera semifinal a Sevilla y Betis, con el fin de asegurar la presencia de uno de ellos en la final, se optó por que Betis y Sevilla nunca se cruzaran en semifinales.

Había muchas dudas al principio sobre cómo respondería la afición en general, dada la competencia que otros trofeos cercanos, como el Colombino onubense, el Costa del Sol malagueño ó el Carranza gaditano, podían realizar, pues ya copaban los partidos en los fines de semana de agosto. Por ello se optó por celebrar el trofeo entre semana, en cuatro jornadas nocturnas de martes a viernes, con los dos primeros días para cada semifinal, el jueves para el partido de consolación y el viernes para la gran final.

Con ello se ponía también solución a otro problema adicional, como era la despoblación que Sevilla sufría ya por entonces los fines de semana, con la gente  buscando temperaturas más agradables en el litoral onubense y gaditano.

En palabras del alcalde Juan Fernández, las particularidades del Ciudad de Sevilla eran distintas a todos los torneos, porque nacía basado en la vieja rivalidad de los primeros equipos sevillanos y con una anticipada garantía de emoción y pasión en los encuentros que estos han de litigar. Señaló también que si el trofeo era deportivamente distinto a los demás, también en el orden social era diferente, porque la idea de su montaje había sido sustentada en el deseo de brindar una organización festiva de auténtica categoría para los miles de sevillanos que quedan en la ciudad y sufren los rigores del estío.

Dijo que el éxito, ya al alcance de la mano, se debla fundamentalmente a los equipos de la ciudad, que con generosidad se habían vinculado a la Idea. Se refirió a los alicientes que la verbena organizada con motivo de la competición deportiva poseía y a su eco popular. Dijo, también, que son cerca de veinte mil personas las que tienen asegurada su presencia en la Plaza de América la noche de la final.

Efectivamente se pudo comprobar que los temores iniciales fueron injustificados, pues el trofeo contó con un masivo apoyo por parte de la afición, que llenó el estadio Sánchez Pizjuán en los 4 partidos del trofeo. En él se impuso el Sevilla, al derrotar en la final al Honved 1-0. El Betis perdió la primera semifinal 3-4 con los húngaros en un partido trepidante, y se impuso 5-0 en la consolación a un Peñarol al que se acusó de venir a pasearse sin ninguna ambición deportiva.

De 1972 a 1981 el Trofeo Ciudad de Sevilla, premiado con obras de orfebrería de Fernando Marmolejo, se celebró en 10 ediciones, de las que Sevilla y Betis obtuvieron 4 cada uno, mientras que las otras 2 fueron para el Vasco de Gama y el West Bronwich Albion. Siempre hubo en la final algún equipo sevillano: en 7 ocasiones cada uno de ellos accedió a la final y económicamente el trofeo siempre repartió beneficios a los clubs sevillanos.

Pero en su propio éxito el trofeo llevaba el germen de su final. Para los equipos sevillanos y para la afición llegó a ser un objetivo muy importante en el inicio de la temporada. Fracasar en el trofeo, y uno de los dos tenía que fracasar seguro, no era nada recomendable en la época de la pretemporada, cuando los aficionados tenían que ilusionarse en el momento de la renovación de los abonos.

Ya en 1982, con la saturación futbolística que supuso el Mundial de España, se decidió no jugarlo en su fórmula habitual. El Sevilla, a quien correspondía su organización, se negó a seguir con la fórmula de cuadrangular con que se concibió en su inicio.   Eugenio Montes Cabeza, el entonces presidente sevillista, justificó esta decisión por las peticiones recibidas desde su propia afición.

Se buscó una nueva fórmula por la que cada año lo organizaría un club en su campo sin la participación del otro, aunque la afición le dio la espalda a esta nueva fórmula que no tuvo  éxito ni continuidad. Murió así una brillante y exitosa idea que vino a demostrar la potencia de arrastre de las dos aficiones futbolísticas de Sevilla.