viernes, 10 de junio de 2016

El “ciclón” Javierre


Javierre estuvo en comisaría diez o doce veces durante los tres años en que fue director del diario; en los juzgados, por denuncias por artículos publicados, una vez cada quince días; con su gracejo afirma que “si tardaba más, los oficiales me decían: ¡cuanto tiempo sin verle!”

Desde el 2 de abril de 1969 hasta el 29 de abril de 1972, El Correo de Andalucía vivió, dirigido por el sacerdote José María Javierre, la más significativa etapa de su historia, después de la fundacional en tiempos muy difíciles para la Iglesia católica. Fueron tres años asombrosos que tuvieron un fin aún más sorprendente: la defenestración del cura Javierre por la Editorial Católica Española con la aceptación del cardenal arzobispo Bueno Monreal. Fue el final inexplicable de un proyecto sin concluir.

El periódico había iniciado desde 1967, con el nombramiento de Rafael González Rodríguez que sustituyo a José Montoto al frente del mismo, un cambio radical, aprovechando de lleno las posibilidades de la Ley de Prensa de 1966, gracias a la relativa permisividad que daba la pertenencia del diario a la jerarquía católica. Con la llegada Javierre se mantuvo e incluso aumentó la beligerancia del periódico, ampliando y mejorando los frentes informativos de los sectores sociales y económicos.

El afianzamiento del periódico logrado por José María Javierre durante su primer año de mandato, culminó en junio de 1970 con la creación de la sección diaria “Mundo Laboral”, por entonces inexistente en los demás diarios y que, desde su comienzo, fue el “tablón de anuncios” de los movimientos sindicales entonces ilegales, principales suministradores de noticias laborales y empresariales conflictivas.

Según el propio Javierre el solo fue obediente: “Cuando el cardenal Bueno Monreal me pidió que me encargara de El Correo de Andalucía... me ordenó que pusiera el periódico a disposición de los movimientos sindicales y políticos subterráneos”. “... Al cardenal le habría impresionado… el Concilio Vaticano con sus postulados sociales. Vino muy tocado”. De hecho, bajo su mandato, se continuó con la transformación emprendida por su antecesor González, convirtiendo una hoja parroquial en un periódico influyente y en el único periódico local beligerante contra el Régimen del general Franco. Hasta tal punto que el Gobernador Militar llegó a amenazarlo con "meter los tanques en el patio del periódico". A su vez, y con una montaña de expedientes, el Tribunal de Orden Público trató de aburrirlo, o mejor dicho de callarlo, pero no consiguieron mermar la osadía de Javierre. (...)

José María Javierre estuvo al frente del periódico hasta abril de 1972 y con él se formaron varios jóvenes periodistas que se enfrentaron al sistema sociopolítico con voluntad justiciera y espíritu populista. Entre ellos destacaron Juan Holgado, Antonio Guerra, Juan Teba y Antonio Garmendia.

El papel de El Correo de Andalucía en Sevilla fue similar al de los periódicos Madrid y Diario de Mallorca, como símbolos de la contestación al franquismo en la Prensa diaria. En la semanal había varias cabeceras muy beligerantes entre ellas Triunfo, El Ciervo y Cuadernos para el Diálogo.

Solo los iniciados estaban al tanto del apoyo de la iglesia sevillana a los movimientos obreros antifranquistas. Desde los primeros años sesenta, el obispo auxiliar José María Cirarda Lachiondo [1960-1968] apoyó iniciativas apostólicas para recuperar el protagonismo eclesiástico en el mundo laboral, además de en otros campos socioeconómicos y políticos. Desde el Concilio Vaticano II, parte del clero español, con varios prelados al frente, pugnaba por alejarse del Nacional-Catolicismo que le había vinculado al Régimen del general Franco desde la guerra civil, hasta el punto de que Iglesia y Estado aparecían como una misma cosa para la inmensa mayoría de la sociedad.

Tomando como estandarte El Correo de Andalucía, la Iglesia presentó durante la última etapa del  franquismo un desafío insólito en Sevilla, una de las ciudades más castigada por carencias sociales como viviendas, escuelas y puestos de trabajo, además de ser la única de España con refugios para familias sin hogar. Unas circunstancias sociales críticas que se complementaban con la conflictividad laboral en sus principales empresas.

Javierre estuvo en comisaría diez o doce veces durante los tres años en que fue director del diario; en los juzgados, por denuncias por artículos publicados, una vez cada quince días; con su gracejo afirma que “si tardaba más, los oficiales me decían: ¡cuanto tiempo sin verle!”. El capitán general de la Región ordenó darse de baja, como suscriptores a todas las instituciones militares bajo su mando y la Hermandad de Alféreces Provisionales declaró persona non grata a Javierre. Pero el periódico durante su mandato triplicó su tirada.

Nunca estuvieron claras las razones que verdaderamente provocaron el cese del sacerdote José María Javierre en la dirección de El Correo de Andalucía, el 29 de abril de 1972. Bueno Monreal lo había sostenido como director con su apoyo personal hasta ese momento. Sin embargo ese día los miembros más conservadores de la Junta de fundadores lograron que éste fuese relevado de su cargo. La Junta, compuesta por cuatro progresistas, cuatro clericales y un auténtico fundador del periódico, Félix Sánchez Blanco, con más de ochenta años, que había delegado su voto en Bueno Monreal, decidieron su expulsión del periódico.

El resultado final fue de cinco a cuatro, en contra. Los cuatro fundadores clericales (Bueno Monreal, García de Pablos (presidente de La Editorial Católica), Gutiérrez Alviz, catedrático de Derecho Procesal en la Hispalense, y Manuel Trigo), más el voto delegado en el cardenal –delegación que después se comprobó no había sido firmada– acabaron con la presencia de Javierre al frente de El Correo de Andalucía. A favor de su permanencia estuvieron los votos del resto de los fundadores: el propio director, Juan Carlos Aguilar, Rojas-Marco y Luis Uruñuela.

Se cerraba así el fenómeno del “Ciclón” Javierre en el periódico y la sociedad sevillana. Sin embargo su salida no representó grandes consecuencias en la orientación de El Correo de Andalucía, ya que sus sucesores mantuvieron la línea editorial emprendida: la simiente sembrada por González y regada por Javierre dio sus frutos.

José María Javierre Ortas nació en Lanaja (Huesca) el 5 de marzo de 1924, pero viajó a Sevilla en la primavera de 1958 y allí se quedó para siempre.

En Andalucía echó raíces y cimentó su bien ganado prestigio de demócrata convencido, defensor de las libertades, periodista comprometido, andaluz de adopción ejemplar, escritor, historiador y reconocido intelectual, y, por encima de todo, sacerdote ortodoxo y disciplinado, rebelde y crítico.

En Sevilla escribió sus 36 libros -la mayoría, hagiografías de Papas y fundadores de órdenes religiosas-, excepto el primero, dedicado a la figura de San Pío X; dirigió el diario El Correo de Andalucía en dos etapas distintas, fundó la revista Tierras del Sur, promovió la Gran enciclopedia de Andalucía y la Gran enciclopedia de España y América, y durante 13 años divulgó la Iglesia andaluza al frente del programa Testigos hoy de Canal Sur TV después de dirigir Últimas preguntas de TVE.

Pero antes de pisar tierra andaluza, José María Javierre había estudiado humanidades en el seminario de Huesca; teología, en Salamanca, y filosofía, en Roma, donde fue vicerrector del Colegio Español; fundó el Colegio Español de Múnich, que ayudó a restablecer las maltrechas relaciones culturales entre España y Alemania tras la Guerra Civil; se hizo periodista, fue subdirector de la revista Ecclesia y compaginó su tierra de adopción con la corresponsalía del diario Ya en el Vaticano y como enviado especial en distintos países del mundo. Experto vaticanista y ferviente defensor del Concilio Vaticano II, conoció y profundizó en el mensaje de los papas Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, a quien acompañó en sus 15 primeros viajes.

sábado, 16 de abril de 2016

La Cárcel Real de Sevilla


 La Cárcel Real de Sevilla, nombre imperecedero por los ilustres presos que albergó

La Cárcel Real de Sevilla, era un edificio medieval situado en el solar de lo que hoy es CaixaBank-Cajasol en la calle Sierpes nº 85. La construcción del mismo la inició Hernán Ruiz II y fue concluida por Benvenuto Tortello en 1569 durante el reinado de Felipe II,  siendo Asistente de la ciudad Don Francisco Mendoza, Conde de Moteagudo.

Para el mejor conocimiento de la institución, sus dependencias y funcionamiento debemos acudir al Padre Pedro de León (1544-1632) un jesuita de las primeras promociones sevillanas. Ejerció su ministerio en la Cárcel pública de Sevilla desde 1578 hasta 1616, entre otros destinos. Allí asistía a los presos, intercedía por ellos y los confesaba antes de morir. Al fin de su vida, en 1616, ya jubilado, con 72 años a sus espaldas y por orden de sus superiores, escribe su memoria pastoral. Descubierta en 1981, constituye un documento de valor excepcional para conocer la Cárcel Real de Sevilla de su época, descrita por quien tan bien conocía las instalaciones y sus inquilinos. Junto con la "Relación..." de Cristobal de Chaves, un abogado de la Audiencia, son testimonios de primera mano de este recinto carcelario.

De estos trabajos mencionados podemos obtener el mejor conocimiento de la Cárcel Real de Sevilla, nombre imperecedero por los ilustres presos que albergó, pues en ella estuvo encerrado por deudas Miguel de Cervantes; allí maduraría las palabras que escribiría en el prólogo del Quijote describiendo el presidio como fuente de su inspiración: "mal cultivado ingenio mio ... como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento, y donde todo triste ruido hace su habitación".

También fue cliente de la institución Mateo Alemán, que la siente e interpreta en el Guzmán de Alfarache, como "el paradero de los necios, escarmiento forzoso, arrepentimiento tardo, prueba de amigos, venganza de enemigos, república confusa, enfermedad breve, muerte larga, puerto de suspiros, valle de lágrimas, casa de locos, donde cada uno grita y trata de sola su locura". En esta lista podemos encontrar también a Bartolomé Morel, fundidor del Giraldillo, Alonso Cano y Martínez Montañés

Tiene esta cárcel tres puertas. A la primera llaman de oro, porque lo ha de tener, y no poco, el que ha de quedarse en la casa pública o aposentos del alcaide, que están antes de la primera reja de arriba a mano derecha como subimos por la escalera; porque para contentar al alcaide y porteros de la puerta de la calle es menester todo eso, y mas.

A la segunda puerta, que es la primera reja de hierro al cabo de la escalera, llaman de Hierro, o de cobre, porque basta a los que entran por allí que tengan dineros de cobre y vellón. A la tercera reja también de hierro, que es la tercera puerta que sale a los corredores, llaman de plata porque ha menester tener plata el que ha de quedar allí sin grillos, o mucho favor que no le cueste menos, sino mucho más (como a los que el otro fingido inquisidor favorecía para que no le echasen grillos, que todo lo allana, y hace fácil la plata y el favor.

Los aposentos de más consideración en esta cárcel son la Sala Vieja y los aposentos medianos adonde están los Guzmanes y gente de mala estofa.

Luego está la Galera Vieja, en la cual está el rancho que llaman Traidor, porque está oculto y escondido a la entrada a mano derecha, y desde allí hacen sus traiciones. Más adentro en la misma galera hay otros tres ranchos divididos con mantas viejas. El primero es de los Bravos; el segundo la Tragedia, adonde está la crujía; el tercero llaman Venta adonde pagan el escote todos los presos nuevos.

A la mano izquierda de la reja que dijimos arriba, que sale a los corredores, están los entresuelos adonde hay cuatro ranchos. Al primero llaman Pestilencia, y al que está a su lado Miserable, y al tercero llaman Ginebra, y al cuarto llaman Lima Sorda o Chupadera, y antes de entrar a estos ranchos hay un aposentillo pequeño que llaman Casa de Meca.

Debajo de estos entresuelos está la gran Cámara de Hierro, tan nombrada e insigne así por los moradores, como por el sitio y disposición de ella. En esta cámara están los bravos  y tres ranchos. El primero es de Matantes, adonde echan mil por vidas, y todo su trato es de cuestiones y no de metafísica, ni de moral, sino contra todas buenas costumbres, de heridas y resistencias, del otro que huyó con estoque y rodela, del que hizo mil buenas suertes, alabándose cada uno de lo que no ha hecho. El segundo rancho es de Delitos; el tercero de Malas Lenguas adonde no hay honra inhiesta.

A la descendida de la escalera que va al patio a mano izquierda, la Galera Nueva, adonde está la gente de grandes delitos, y los galeotes rematados para el Rey. En esta galera se encierran siete ranchos. El primero es de Blasfemos y jugadores de ventaja, que les sirven mil por vidas de tantos. El segundo es de la Compaña, adonde refieren sus tretas, los que arañan y hurtan. El tercero llaman Goz, adonde los rufianes cuentan a lo grosero, sus hazañas y desvergüenzas. El cuarto rancho llaman Crujía adonde están los galeotes. El quinto llaman Feria adonde se vende lo mal ganado, por barañas y pendencias, habido en mala guerra. Al sexto llaman Gula, y sirve para las meriendas, adonde echan y terruecan y anda el trago cruel. El séptimo, y último, se llama Laberinto, de toda gente revuelta, como cochinos de diezmos de todos delitos.

En el patio hay una fuente de mucha agua de pie, adonde juegan y hacen sus suertes, mofándose unos a otros y entreteniéndose para pasar el tiempo y desechar melancolías.

En rededor del patio hay catorce calabozos que son aposentos, y hay otros entresuelos adonde se guardan los presos, a quienes quieren dar tormento para que no se les hable, ni les den remedios para no sentir el tormento.


Hay cuatro tabernas y bodegones arrendados a catorce y quince reales de alquiler cada día. Hay tiendas de fruta y aceite, las cuales arrienda el sotoalcaide a tres reales cada día. Y Susténtanse algunos presos pobres de hacer en la cárcel oficios de pregoneros, vendiendo y rematando las prendas que allí se venden. Y otros que no son presos sirven de llevar a vender a Gradas a la ropería vieja, y al baratillo, las muchas que cada día se hurtan en la misma cárcel; y nunca se descubre quién las haya tomado, porque hay grande fidelidad en guardar secreto, pena de que no lo irán a penar al otro mundo.

A la entrada de la cárcel a mano izquierda está la cárcel de las mujeres, con tres puertas de madera. Las dos son Rejas. Dentro hay su patio y agua de pie, capilla y enfermería, y aposento donde está la beata que las rige.

Tienen sus muy reñidas pendencias entre sí, y andan luego a la greña, que hay mujeres valentonas y jayanas de popa que estafan a las presas nuevas. Sería nunca acabar querer decir la milésima parte de lo que hay en esta cárcel de las mujeres, porque como todas ellas están por delitos, y todos los más feos, pues por otras cosas civiles de deudas o fianzas nunca prenden a las mujeres, claro está que han de ser las que allí están la hez del mundo, por hechiceras, amancebadas, ladronas, adúlteras, y aun exoricidas, porque tienen rufianes las de la casa pública, y cantoneras y por otros innumerables vicios y maldades.

Suelen entrar más de cien mujercillas cada noche a quedarse a dormir con sus amigos. Las puertas nunca en todo el día se cierran, ni de noche, hasta que han dado las diez que se recogen los presos y el alcaide toma las llaves. Y el alcaide hace tras visitas cada noche con sus bastoneros, y en siendo las diez, que se han de cerrar las puertas Y desde que los presos están encerrados, dan otras voces diciendo: ¡ah de la calle, ah bao! ¿quién sale fuera? que se llevan las llaves, ¡a la una, a las dos, a la tercera; éste es el postrero! Y con éste cierran los golpes y cerrados, aunque importe la vida de mil hombres, no abren las puertas y se quedan dentro los que de fuera no han salido.

Y después de encerrada toda esta canalla, con haber entre ellos tan mala gente, conocen a Dios de manera que uno que tiene cargo del altar, que cada aposento tiene, enciende dos velas de cera en dos candeleros de barro y sirve como de sacristán, al cual respetan todos mucho, pues con un revenque en la mano hace que se hinquen de rodillas y dejen los juegos y otras cosas, y a una voz dicen la Salve al tono que aquél les enseña; y su responso en forma, al fin; y otras oraciones y: Señor mío Jesucristo, pues derramásteis vuestra Sangre por mi, etc. Y al fin el acto de Contrición, con lo cual se hace un gran ruido, como todos los aposentos rezan a un tiempo.

Hay una Cofradía de disciplina que tienen los presos; y la sirven como si estuvieran en libertad, y fueran más virtuosos de lo que son. Sale el Viernes Santo por lo alto de la cárcel y baja al patio. Piden todas las noches con su imagen por toda la cárcel y [a]llegan mucha limosna. Acompañan esta demanda los más valientes y más temidos. Y cuando hay alguno que hacer justicia, van todos los presos de noche con su cera encendida cantando las letanías hasta el lugar donde está recogido el que ha de morir, y si es algún valentón el paciente, todos los del hampa envían por luto alquilado a la ropería; y de esta manera llegan y le dan un pésame más gentílico que cristiano.

Tiene esta cárcel enfermería con su portero, el cual es preso y está siempre sentado a la puerta guardándola; y por esto tiene ración competente. Hay barbero que tiene su mujer y casa dentro de un cuarto de la enfermería; el cual acude a curar los heridos, echar ventosas y sangrar; y tiene salario competente de la ciudad. Tiene un bastonero, el cual es también preso y acompaña al capellán cuando entra y sale por la enfermería y anda por la cárcel y va a decir Misa; y acompaña también a la salida y entrada a los médicos y cirujanos. Tiene un enfermero mayor y dos menores, que todos son presos y acuden al regalo de los enfermos y a darles de comer y a lo demás; que también tienen su ración. Tiene asimismo la enfermería su cocinero y despensero de fuera; y cocina, donde se adereza la comida a los enfermos, Y lavandera, que fuera lava la ropa de los enfermos.

Hay en esta cárcel dos bastoneros, los cuales con sus bastones asisten a la puerta de la Sala de las Visitas al tiempo que se hacen; y el uno guarda la puerta, y el otro entra con los presos que entran a visitarse, y los que los jueces y escribanos piden para tomarles las confesiones. Tanta es la multitud de los presos y tantos los rincones de la cárcel, y en ninguna cosa más se verifica esto, a mi ver, que en el oficio que un hombre tiene: el cual es fiscal de todos los presos que salen a comer y a dormir a sus casas, haciendo memoria por escrito de ellos, y por cuyo respeto salen, y a quién dieron por fiadores, y esto le vale cada día dieciséis y veinte reales, demás de lo que saca a los presos en dinero en sus casas y tiendas.

Esta es la descripción de la cárcel, su arquitectura, sus palacios y salas, sus estufas y recámaras, sus cumplimientos y oficinas, y no faltan sus tablas de juegos adonde se sacan los naipes, mil veces una misma baraja; porque de puro uso están tapetadas, mugrientas, asquerosas y de tanto jugar con unos mismos tan achicados y cercenados que apenas se pueden tener en las manos.

De donde se verá, qué gente sea la moradora de estas casas, pues aun los nombres de los calabozos, ranchos y galeras, son tan malos que toman la denominación y nombradía de los que viven en ellos, ¡qué tales serán aquellos de cuyas hazañas toman los nombres! Todo cuanto hay en estas cárceles es confusión de Babilonia y entre las cosas que en Sevilla hay de admiración es una de ellas la cárcel pública y aun para hacer fruto en ella.

Véase si para tratar con esta gentecilla serán menester partos de letras, virtud y celo de las almas. Dios nos lo dé a todos como es menester.

Tiene esta cárcel un administrador que suele ser hombre rico y lo nombra la ciudad de Sevilla, como queda dicho en esta segunda parte de este Compendio, a cuyo cargo está cobrar para el sustento de los pobres y enfermos la renta siguiente en casas, juros y tributos más de mil ducados que han dejado situados particulares por sus testamentos.

Los martes, visita el Asistente y sus tenientes, y alcalde de la justicia a los presos nuevos que han entrado desde el sábado hasta entonces. Y el jueves, el mismo Asistente con alguno de los tenientes, visita las causas de los presos viejos para que no estén estanticas y revalsadas.

Así se hiciesen todas estas cosas bien hechas como están admirablemente bien ordenadas y como las ejercitan los jueces de buena conciencia. Quedémosnos aquí que no es mi intento querer decir todo lo que pasa en las cárceles, porque sería nunca acabar. Y más, si nos espaciásemos por esa plaza de San Francisco entre los escribanos, procuradores y solicitadores: no bastaría papel, ni tinta, ni tiempo para decir los muchos males y traiciones de que usan con los desdichados presos hasta dejarlos en cueros vivos. Dios les ayude que no sé yo cuánto les aprovechará su enmienda y corrección y el haberse hecho la Congregación de los escribanos, letrados y justicia en la casa Profesa, que yo mucho temor me tengo de que no sea verdad lo que comúnmente se dice allá fuera y aun entre los maestros, que hurtan ahora más a lo disimulado y con palabritas más mansas, y diciendo que ellos no los han de pelar como otros; y deben de querer decir, que no tan al descubierto como los otros, y conciertan en tanto más tanto, vendiendo la justicia y robando en poblado para si y para los jueces, como ellos lo dicen muy claramente.

Dios ponga su mano en ellos y en todos para que cumplamos nuestras obligaciones."

miércoles, 3 de febrero de 2016

Las Atarazanas de Sevilla y el polémico proyecto de reutilización


 No parece que ese deba ser el destino final del edificio medieval de las Atarazanas, uno de los más antiguos de Sevilla y sin duda el astillero original más antiguo de Europa, que debería restaurarse en sus dimensiones y nivel primitivos.

El río ha sido siempre para Sevilla consustancial con su imagen de ciudad y con su historia. Vía de comunicación y peligro constante en tiempos históricos, puerta de entrada de amigos y enemigos, de provisiones y de riquezas.  No es nada raro que a lo largo de la historia siempre haya habido en sus riberas industrias navales de mas o menos envergadura.  

Cesar, en “Bellum Civile” (2.18) menciona por primera vez a la ciudad con el nombre de “Hispalis” precisamente para decir que Marco Terencio Varrón, delegado de Pompeyo en la Bética,  en la primavera del año 49 A.C. practicó un reclutamiento por toda la Provincia Ulterior, almacenó provisiones y “ordenó a los gaditanos construir diez navíos de línea y además procuró que se construyeran bastantes más en Hispalis”[1].

Ibn Al-Qutyya reseña que a raíz de la invasión de los vikingos, que remontando el Guadalquivir llegaron a Sevilla causando grandes estragos en la Ciudad  en el año 844 de la era cristiana, el emir Abderramán tomó medidas de defensa entre las cuales estaba la construcción de unas sencillas atarazanas (Ad-dar as-sina’a – “casa donde se fabrica o construye algo”) para construir barcos y realizar levas para proveerlos de tripulaciones expertas entre gente del mar de los pueblos ribereños, ofreciéndoles buenas retribuciones y dotando a los barcos de elementos de guerra y sobre todo de sustancias incendiarias. Siglo y medio más tarde, el gran Califa  Abu Yacub Yusuf I impulsó la creación de unos astilleros para construir una gran flota con la que quería mantener a raya a los reinos cristianos, astilleros cuya exacta ubicación no se ha logrado situar pero no debía andar muy lejos de la zona de la Barqueta. []

Pero la historia de las actuales Atarazanas comienza en 1251 cuando  Alfonso X, comprendiendo desde el primer momento de su reinado la importancia de armar una importante marina, puso la primera piedra de las Reales Atarazanas de Sevilla, de las que aún se pueden contemplar una tercera parte de su majestuosa arquitectura, que aguantó todas las veleidades de los sucesivos gobiernos, incluso en los tiempos que corren. Y así se levantaron a orillas del Guadalquivir y perpendiculares al río, junto al monte del Arenal, 17 impresionantes naves gótico-mudéjares de ladrillo visto, comunicadas entre sí mediante arcos apuntados, cubiertas por bóvedas de arista,  para la construcción de galeras y naos y el comercio fluvial. 
 

Plano del estado original de las Atarazanas: izquierda (N.) Postigo del Aceite de la muralla almohade y actual calle Arfe;  fachada de la Maestranza de Artillería, Iglesia de San Jorge  y Hospital de la Santa Caridad  (O) actual calle Temprado; derecha (S)  actual calle Santander, Casa del Tesorero, edificio de Veremondo Resta y Torre de la Plata y fondo (E) muralla almohade, casas y actualmente calle Indalecio Prieto (antes Tomás de Ybarra).
Una bella lápida de mármol blanco conservada en el Hospital de la Santa Caridad, construido en 1641 aprovechando y en parte demoliendo cuatro de sus naves, recuerda la inauguración de esta gran obra arquitectónica, que convirtió a Sevilla en el gran astillero de Andalucía y tal vez el más importante de su tiempo. Su texto en latín traducido por Gestoso[2] dice: “Seate conocido/ que ésta casa y toda su fábrica/ la hizo Alfonso preclaro por su nacimiento/ Rey de los españoles/ Fue éste movido a reservar sus galeras y naves contra las fuerzas del viento austral, resplandeciendo con arte completo, lo que antes fue arenal informe. En la era de 1290” (que en el cómputo cristiano es el año 1251).
Las características del edificio aún se pueden vislumbrar en lo que queda de él, si bien en gran parte semienterrados los pilares que sustentan sus airosas bóvedas, pilares que debían tener una altura original de doce metros, de los que actualmente solo está a la vista  una ínfima parte  hasta el arranque de los arcos. En el Catálogo del Patrimonio Inmueble de Andalucía se describen las  Atarazanas como “un espacio diáfano estructurado en naves por potentes arcadas mudéjares. La fuerte direccionalidad producida por éstas se enriquecía con la aparición de una segunda dirección, perpendicular a la primera, generada por la sucesión en paralelo de estos arcos. Esta doble dirección dotaba al espacio de transparencia visual y doble perspectiva. El aspecto formal que las Atarazanas presentaban al Arenal, era el de un frente industrial abierto para posibilitar la entrada y salida de las embarcaciones.

El interior se organizaba a partir de diecisiete naves adosadas dispuestas en perpendicular a la dirección del río, cuyo fondo era la muralla almohade de la ciudad[3]. Es una construcción realizada por la cubrición a dos aguas de una sucesión pilares de ladrillo sobre las que apoyan líneas de arcos, sobre las que se construyen amplios canales para la recogida de aguas, formalizando un acueducto que caracteriza el plano de las cubiertas.
Las naves tienen unas dimensiones de cien metros de largo por doce de alto, las de pilastras de ladrillo son de sección rectangular, con unas medidas de dos metros y cuarenta centímetros por un metro ochenta centímetros, salvando una luz de ocho metros y medio con una altura hasta el arranque de los arcos de cinco metros, éstos son ligeramente apuntados con el intradós rehundido en continuación con las pilastras, y tienen una luz media de once metros. Y se añade que debido a los rellenos sufridos posteriormente, cuando las naves dejaron de usarse para construir barcos, la base de las pilastras se encuentran a la cota -6,15 metros, y bajo ella se encuentra la cimentación, que las excavaciones arqueológicas, han revelado que se compone de una zapata corrida de 1,30 metros de canto, de argamasa bastante compacta con un encofrado perdido de madera”.
Su imagen originaria, salvando las diferencias de estilo, debía ser parecida a la que ofrecen actualmente las Atarazanas de Barcelona.

E incluso las de Valencia: 
Y no la que actualmente tienen la mayoría de las naves, que con arreglo al proyecto de Vázquez Consuegra se quedarán así “per saecula saeculorum”: 
La altura de los pilares de las Atarazanas, doce metros,  era adecuada para albergar los navíos que en ellas se construían o reparaban. Y ello sin olvidar que las Atarazanas se construyeron sustancialmente para fabricar el barco característico de su primera época, la galera, que estuvo en uso hasta bien entrado el siglo XVI: la galera tenía un perfil más esbelto y menos puntal que la nao o carabela, y ello debido a  que se movía fundamentalmente a base de remos. Y junto a ella sin duda se fabricarían también algunos barcos de otro tipo como la coca y la nao y sus derivados tanto para usos militares como mercantes. En efecto, las galeras fabricadas en los siglos XV y XVI solían medir unos 140 pies de eslora (39 metros: un pie = 27,8635 cms), 20 pies de manga (6 metros) y 9 pies de puntal (2,50 metros) aunque más tarde apareció, la galeaza, que podía tener hasta  59 m de eslora, 9 m de manga y 3,35 m de calado, con un puntal de 6,5 m. mientras que, por ejemplo, la carabela Santa María, que desplazaba unas 100 toneladas  medía 7,92 m. de manga (anchura), 15,80 m. de quilla, 23,60 m. de eslora en cubierta, 3,85 m. de puntal (altura de la nave desde su fondo a la cubierta principal; 2,10 m. de calado o parte sumergida; 26.60  m. de altura el palo mayor, 16,40 m. la verga mayor. Evidentemente, dentro de las naves de las atarazanas se construía solamente el casco:  sus palos, jarcias y velamen se armarían una vez fuera de las Atarazanas, para lo cual seguramente se instalarían en la ribera los característicos soportes para mantener el barco en pie mientras se armaba y tinglados con rollizos de madera sobre los que se desplazaría el casco hacia el agua en el momento de la botadura. 


Las Atarazana, dadas sus dimensiones (unos 15.000 m2 de superficie total), tenían capacidad para la construcción o reparación simultánea de muchos barcos, para lo cual se contrataba cantidad de mano de obra cualificada de carpinteros, calafates, tejedores de velas y herreros a los que la Corona otorgaba ciertos privilegios en materia de tributos por lo que tenían la condición de “francos”[4], lo que al Concejo sevillano no le hacía ninguna gracia.  El gobierno de las Atarazanas correspondía al mismo Alcaide del Alcazar.     
La madera para la construcción de las naves se traía de robledales y pinares de la sierra Norte de Sevilla y de las Sierras del Segura.[ Las Atarazanas estuvieron destinadas a la construcción naval aproximadamente dos siglos y medio, y su final fue sin duda la Real Cédula de 16 de junio de 1593 por la que Felipe II prohibía que barcos fabricados en Sevilla y su reino se emplearan en la Carrera de Indias por la peor calidad de la madera frente a la del Norte, lo que dio lugar a las quejas que constan en las actas de la sevillana Universidad de Mareantes del siglo XVI sobre la necesidad de proteger a la fabricación de naos en Andalucía y evitar la competencia de las fabricadas en Vizcaya[5]. 

Las Atarazanas, en sus primeros tiempos, servían también para almacenar el botín y los prisioneros capturados por las flotas de los reyes castellanos y en ocasiones sirvieron también de cárcel para ciertos presos nobles.
Tras decaer la principal función de las Atarazanas, se empezaron a producir usos alternativos de sus naves, muy bien estudiados por Matilde Fernández Rojas [6]: Pescadería (1493[7]), Casa de Contratación (1503, solo unos meses) Real Casa Atarazana de Azogues de Indias (1559), talleres, viviendas, almacenes o bodegas, Aduana (1577), Iglesia de San Jorge y Hospital de la Santa Caridad (1643), que según proyecto de Pedro Sánchez Falconete y modificaciones de Pedro López del Valle ocupó cinco naves y la Real Maestranza de Artillería (1760), que se instaló en las siete  naves que son las que subsisten en su aspecto primitivo aunque  con una profunda remodelación, que no demolición, de las mismas a las que se añadió la fachada aún existente. Y finalmente, en 1940 se demolieron las cinco naves que ocupaba la Real Fábrica de Azogues para instalar la Delegación de Hacienda según proyecto de José Galnares Sagastizábal. 
La propiedad actual de las Atarazanas, declaradas Bien de Interés Cultural y catalogadas como Monumento Nacional desde 1969, corresponde a  la Junta de Andalucía desde 1993.

Tras muchas incidencias, finalmente se ha aprobado un proyecto de reutilización cultural de lo   que queda de las Reales Atarazanas elaborado por el arquitecto Vázquez Consuegra y financiado por “La Caixa”, entidad bancaria no andaluza. El polémico proyecto consiste en dejar las naves colmatadas de rellenos de tierra y escombros,  tal como están,  y convertirlas en zona de paso sin utilización concreta  y establecer otros usos en las dependencias más modernas, que fueron de la Maestranza de Artillería.

No parece que ese deba ser el destino final del edificio medieval de las Atarazanas, uno de los más antiguos de Sevilla y sin duda el astillero original más antiguo de Europa, que debería restaurarse en sus dimensiones y nivel primitivos, eliminando los rellenos por acopios de arenas del río y escombros de las ruinas que durante siglos han elevado el nivel más de seis metros sobre la rasante primitiva, y dedicarse a rememorar y musealizar la importantísima aportación de Sevilla a la navegación y los Descubrimientos. 

PEDRO SÁNCHEZ NÚÑEZ
C. de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría


[1] DÍEZ TEJERA, A, Sevilla en los textos clásicos greco-latinos. Biblioteca de Temas Sevillanos.- Sevilla 1982, p. 16.

[2] GESTOSO, J. Sevilla Monumental y Artística, Tomo 3º, pág. 324-325), Sevilla 1892, reed,.  El Monte, 1984
[3] Un estudio muy detallado de las características y la importancia de la muralla en QUIRÓS ESTEBAN, C.A.  y AMORES CARREDANO, F., Primera intervención arqueológica en las antiguas atarazanas de Sevilla. 1997, pp. 564-573 y también en GARCÍA-TAPIAL Y LEÓN, J, La muralla de las Atarazanas, ABC 2 enero 2016, p. 29 y del mismo autor La falsa rehabilitación de las Atarazanas, Diario de Sevilla, 2 enero 2016, p. 28.  
 
[4] CARANDE, R., CARRIAZO, J de M., El tumbo de los Reyes Católicos del Concejo de Sevilla , Tomo II, años 1477-1479, Fondo para el Fomento de la Investigación en la Universidad,. 1968, pp. 363:  “I – 376.- Trujillo, 26 de julio de 1479: La Reina manda que se guarde la franqueza de tributos de treinta y seis maestros y oficiales de los alcázares y cuatrocientos maestros y oficiales de las atarazanas de Sevilla”.
[5] BORREGO PLA., M.C. Actas de la Universidad de Mareantes de Sevilla, Sevilla 1972, pp. 209 – 213).
[6] FERNÁNDEZ ROJAS, M. Las Reales Atarazanas de Sevilla, Arte Hispalense, Sevilla 2013.
[7] FERNÁNDEZ, M, OSTOS, P, MARCO, M.L. El tumbo de los Reyes Católicos del Consejo de Sevilla (1478 – 1494), Fundación Ramón Areces, Madrid 997, p. 346: “… mudar  la dicha pescaderia a la postrera naue de las ataraçanas, questaua descubierta junto con la puerta del azeyte desa dicha çibdad…”.

lunes, 1 de febrero de 2016

Gobernador Altozano Moraleda


La de Altozano fue una etapa breve pero intensa, marcada por un cierto aire de aperturismo político y un austero moralismo en las costumbres sociales de la ciudad.

A comienzos de 1959 fue nombrado gobernador civil de Sevilla Hermenegildo Altozano Moraleda. Brillante licenciado en Derecho, oficial jurídico de la Armada, secretario general de los territorios de Guinea, miembro del Opus Dei y monárquico convencido. La presencia de Altozano, jiennense nacido en Baños de la Encina en 1916, al frente del gobierno civil de la provincia tuvo una importante trascendencia social y política no sólo en nuestra ciudad sino en toda España.

Hasta la llegada de Altozano Sevilla vivía en una especie de estancamiento social desde prácticamente el final de la Guerra Civil. Los cargos públicos se eternizaban en sus sillones y los problemas de la ciudad estaban todo olvidados en sus cajones, con la sola excepción del Marqués de Contadero, que en octubre del año anterior, le había presentado a Franco su dimisión en el mismo Palacio de El Pardo, denunciando el olvido del régimen a la ciudad.

Esta crisis está en el origen del cambio al frente del gobierno civil entre otros cargos territoriales. El nombramiento de Altozano propiciado por Camilo Alonso Vega ministro de la gobernación, tuvo que ser encajado por Solís, secretario general de Movimiento, por que éste no era falangista y estaba dentro de el ascenso de los tecnócratas y católicos partidarios de un horizonte monárquico para el porvenir de España. Se daba además la circunstancia que por el decreto de octubre de 1958 los gobernadores civiles había recibido amplias atribuciones en materias de fomento y dinamización de la economía, aspectos que tampoco eran ajenos a la aprobación poco tiempo después del Plan de Estabilización.

Teniendo en cuenta que el puesto de gobernador civil llevaba emparejado el de jefe provincial del Movimiento el primer conflicto de Altozano se generó al negarse a vestir la camisa azul de los falangistas. El asunto tuvo eco incluso en  la Prensa y Radio extranjeras que comentaban la expectación despertada en Sevilla por Hermenegildo Altozano.

Dado sus posicionamientos ideológicos, arriesgados en aquellos tiempos, Altozano puso especial empeño en rodearse de hombres afines. Así puso al frente de la alcaldía de Sevilla a Mariano Pérez de Ayala y a Joaquín Carlos López Lozano en la Diputación. Cambió así mismo a una cuarta parte de alcaldes de la provincia entre diciembre de 1959 y abril de 1960. Extendió su red de influencias hasta el Sindicato Español Universitario (SEU) designado a Ramón Cercós como jefe de distrito y a Alejandro Rojas-Marcos de la Viesca como secretario.

Contó Altozano con una buena sintonía de las fuerzas vivas sevillanas a las que intentó vertebrar en torno al Círculo Cultural Jaime Balmes, con una respuesta muy positiva que se vio reflejada en el acto de homenaje en el Círculo de Labradores al que también se unió ABC. El Círculo Cultural Jaime Balmes tenía su sede en la Casa de Pilatos y se ajustaba en su funcionamiento a las normas administrativas vigentes. Por eso se titulaba Círculo Cultural. Las conferencias eran seguidas por dos agentes de la Policía, sentados invariablemente en la última fila, que contrastaban las intervenciones con el resumen auténtico entregado previamente en el Gobierno Civil.
Nada más llegar a Sevilla Altozano tuvo que hacer frente a una huelga en la Hispano Aviación, que atajó mediante una serie de detenciones que alcanzó hasta la Comisión Diocesana de las Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). También desplegó una sonada represión contra la prostitución no solo en la tradicional zona de la Alameda de Hércules sino en diversas “casa de tapadillo” diseminadas por el centro de la ciudad. Esta campaña de moralización pública le generó más de un enfrentamiento con apellidos de arraigo local, además de numerosas protestas.

Su enfrentamiento cumbre no obstante lo protagonizó con el periodista de los medios del Movimiento Manuel Benítez Salvatierra, César del Arco como firmaba, al que llegó a encarcelar y multar con 25.000.- ptas por una campaña que éste desarrolló en el diario Pueblo a propósito de unos de la cesión de unos terrenos en el Paseo de la Palmera para la construcción de una colegio-residencia del Opus Dei. Este asunto que provocó un gran revuelo nacional acabó en el Supremo quien, años después, sin entrar en el fondo de los hechos dio la razón al periodista al dictaminar que la sanción no era competencia del gobernador.

Altozano mantenía el tipo entre todos esto conflictos gracias a los aires aperturistas del Régimen y a que Franco pese a tener constancia de ellos, consideraba que el asunto de los gobernadores era competencia de Alonso Vega y que el comportamiento, sin duda,  heterodoxo de éste no era suficiente para su cese fulminante.

No obstante en marzo de 1961 se produce otro acontecimiento significativo con la detención de una comisión del SEU, con su secretario Alejandro Rojas-Marcos a la cabeza, lo que supone un duro revés a la política de nombramientos que había llevado a cabo Altozano como gobernador civil de Sevilla. La noticia irritó tanto a éste que dejó a entrever al ministro la posibilidad de dejar el cargo. La cosa no llego a mayores pero tanto Ramón Cercós como Rojas-Marcos tuvieron que dimitir.

A este incidente siguió otro, más sonado, con motivo de la visita de Franco a Sevilla en abril de 1961. Altozano que siempre mostró preocupación por los problemas sociales de Sevilla, incluso llego a abrir una suscripción pro suburbios en el año 60, pero incluir la visita no programada de Franco al poblado chabolista de El Vacie fue demasiado y por supuesto no benefició la imagen de las autoridades locales entre las que se generó un importante malestar.

Así las cosa la suerte de Altozano estaba echada y a finales de octubre ya estaban preparadas todas las posibilidades para su relevo. Pero sería las inundaciones del Tamarguillo, un mes después, y el posterior desenlace de la Operación Clavel lo que se llevaría por delante la carrera política de Hermenegildo Altozano Morales que se despedía de Sevilla en un almuerzo homenaje celebrado en el parque de María Luisa en Mayo de 1962. Se cerraba así una etapa breve pero intensa, marcada por un cierto aire de aperturismo político y un austero moralismo en las costumbres sociales de la ciudad.