El Cementerio de San Fernando se inauguró en el año 1852 como respuesta a las necesidades de concentrar los enterramientos en un solo lugar y no sólo en las iglesias y cementerios provisionales, ya copados en el siglo XVIII a causa del crecimiento demográfico y las periódicas epidemias que azotaban a la población.
Los primeros cementerios provisionales que hubo en Sevilla fueron el del Prado de San Sebastián; el Cementerio de los Pobres; el Cementerio de los Canónigos o Eclesiástico y, finalmente el Cementerio de San José, en Triana.
Muy pronto, el Cementerio del Prado de San Sebastián quedó en desuso por su ubicación y ello hizo que en el año 1831 el Ayuntamiento de Sevilla determinara construir un cementerio nuevo de urbanización más moderna. La zona en la que se edificó era entonces un lugar de paseo y esparcimiento de los sevillanos. El Cementerio de San Fernando fue construido a lo largo del año 1852 y abrió sus puertas al primer entierro el día 1 de enero de 1853.
Está formado por vías principales donde se encuentran las tumbas, mausoleos o monumentos funerarios de toreros, cantaores y cantaoras, así como otras de interés que son exponente del barroquismo y la espectacularidad que pueblan las costumbres de Sevilla, como la Semana Santa. Además, cuenta con numerosas calles periféricas.
El 1 de enero de 1853 como decimos. Abren las puertas del que será el lugar de descanso eterno de miles de sevillanos. Los primeros cadáveres en entrar pertenecen a un matrimonio. Ambos murieron de «calentura». Éste sólo es el principio de las innumerables páginas que han quedado escritas con el paso de los años.
Manuel Abril y Antonia Ruiz, marido y mujer, fueron las primeras personas que recibieron sepultura en el cementerio de San Fernando. Lo hicieron el uno de enero de 1853, fecha en la que quedaba abierto el camposanto. Según consta en el primer certificado de sepultura del registro del cementerio de Sevilla, ambos fallecieron en el mismo día a causa de «calenturas», a la edad, «aquel de cuarenta y tres años y ésta de cuarenta». Los dos cadáveres procedían de la parroquia de Santa María La Blanca, y se hallan sepultados en una fosa común.
A ellos le seguirían muchos más. En aquellas fechas, eran muchas las personas que morían por causas naturales y a corta edad, ya que no disponían de los adelantos médicos.
En el cementerio de San Fernando se pueden encontrar sin embargo lápidas lápidas que datan incluso de principios del siglo XIX, esto se debe a que muchos cadáveres fueron trasladados de otros cementerios, como el de la parroquia de San Sebastián, en la zona de El Porvenir, donde yacen los cuerpos de distinguidas personalidades. La mayoría de estos traslados se hicieron para que los restos estuvieran sepultados junto a familiares que empezaron a ocupar las nuevas instalaciones.
Por tanto repetimos el registro del cementerio sólo constan aquellos cadáveres que ingresaron a partir de 1853. Antes de esta fecha, las defunciones quedaban registradas en el archivo general del Ayuntamiento de Sevilla.
El matrimonio de Manuel y Antonia fue sepultado sin saber que entrarían a formar parte de la historia del cementerio de San Fernando de Sevilla. Historia en la que también podemos encontrar otros aspectos interesante.
UN DÍA DE TORMENTA
Con las letras casi ilegibles se recoge también un día de tormenta entre el liso escritorio de las lápidas. Hubo algunos desplazamientos, las cadenas se movieron sin cesar, algunas de ellas provocaron que sepulturas se rompieran. Restos de esta tormenta aún pueden observarse si damos un paseo por la zona más antigua del cementerio, donde el musgo y el óxido se combinan para crear un ambiente que recuerda al más puro aire de la Sevilla romántica.
Entre las obras de arte más destacadas del Campo Santo se encuentran el Panteón de Joselito "el Gallo", el Cristo Crucificado de las Mieles, el Panteón de Antonio "El Bailarín", el del torero "Paquirri"... Todo el recinto está ajardinado mediante alineaciones de cipreses, el árbol fúnebre por excelencia. Asimismo se pueden ver palmeras, que simbolizan el triunfo de la vida y la eternidad; cedros, tuyas, laureles, romeros...
CRISTO DE LAS MIELES
Obra del ilustre escultor Antonio Susillo Fernández, fue fundido en bronce en 1880 para presidir la glorieta principal del Cementerio de San Fernando de Sevilla. De características barrocas, está considerado de las mejores imágenes cristíferas por su perfección. Bajo el Cristo, el monte de rocas a modo de Gólgota que hace las veces de tumba del escultor.
El nombre del Cristo proviene del suceso que presenciaron numerosos visitantes al cementerio, que vieron como del pecho y boca del Cristo, manaba miel. Lejos de ser un milagro, es obra de las abejas, cuyas colmenas pueblan distintas zonas del camposanto sevillano, como también ocurre en una de las ánforas del pórtico de entrada al mismo.
Pueden realizar una vivita virtual al Cementerio de San Fernando en el siguiente enlace: