En 1863 se derribaba la puerta de San
Fernando. Había que crear una entrada monumental al recinto. Llegó a ser un
lugar de modernidad: en 1874 se colocó allí la novedosa luz eléctrica. La más
famosa fue la Pasarela, estructura de hierro que desde 1896 a 1921 fue uno de
los símbolos de la ciudad y el lugar para ver tobillos femeninos con cierta
discreción. La Rotonda central del Prado la sustituyó con monumentos efímeros
de diversa índole, con luces, con historicismo, con homenajes, con toreros y
con tópicos de la ciudad. A partir de la década de los sesenta se inició la
costumbre de recrear algún monumento de la ciudad, costumbre que, salvo
excepciones de abanicos, llega hasta nuestros días.
La Pasarela fue una pasarela peatonal de
hierro, construida en Sevilla inspirada en la Torre Eiffel que cruzaba sobre la
plaza que recibe el nombre de plaza de don Juan de Austria para evitar el cruce
al mismo nivel de los peatones con el tráfico de la calle de San Fernando y las
avenidas de Carlos V, del Cid y de Menéndez y Pelayo, dando paso por tanto
desde la zona sur de la ciudad de Sevilla, con el entonces espacio vacío que
suponía el Prado San Sebastián.
Este elemento estructural, dio nombre
extraoficial a toda la zona, que todavía se conoce a día de hoy como "la
pasarela", y es el punto de unión de los barrios de Santa Cruz
(perteneciente al distrito Casco Antiguo), San Bernardo (distrito Nervión) y El
Prado-Parque de María Luisa (distrito Sur).
Fue obra del ingeniero Dionisio Pérez
Tobía y fundida en los talleres de Pérez Hermanos y fue inaugurada el 18 de
abril de 1896. Tenía cuatro escaleras de acceso y un quiosco central en el
punto de unión de las mismas que se adornaba con globos de luz blanca durante
los días que duraba la fiesta con casi 800 luces de gas y un arco voltaico en
su cúpula.
Debido a que en esa época, la feria de
abril se celebraba en el Prado de san Sebastián, la Pasarela se convirtió en la
portada permanente del Real de la Feria, desde su construcción hasta su
demolición, que se decidió en 1921 debido a un ensanche en la zona, vendiéndose
como chatarra sus 81 toneladas de hierro por 45.728 pesetas. En su lugar se instaló en
1929 una fuente alegórica a las cuatro estaciones, que aún permanece en el
citado lugar, obra de Manuel Delgado Brackenbury.