Desde el siglo XVI… cosmopolita y
diversa. Esta es la historia de la Alameda de Hércules, lugar de asueto para los sevillanos durante siglos.
La historia de la Alameda comenzó, según
una leyenda no documentada, cuando al ser designado Leovigildo en 584, el
designado para reinar, al año siguiente 585, su hijo Hermenegildo se convirtió
al catolicismo -frente al arrianismo de reyes anteriores- y se autoproclamó rey
en la ciudad, sublevándose contra su padre. Leovigildo hizo cambiar el curso
del Guadalquivir, cortando el paso de agua al brazo menor del río que circulaba
por la actual Alameda de Hércules a fuerza de obstaculizar su paso para
provocar la sequía a los habitantes de la ciudad, quedando en su lugar una
laguna de agua estancada junto a las primitivas murallas de origen romano, esta
laguna, quedaría intramuros, al ampliarse la muralla en época almorávide (s.
XI)
Hasta el siglo XVI era una zona pantanosa
cubierta de polvo en verano e inundada en invierno. Antiguamente, el río
Guadalquivir se ramificaba en dos brazos, el primero conocido como la Laguna de
Feria y el segundo denominado Compás de la Mancebía, cubierto de aguas
estancadas y muy pestilentes. Pues bien para intentar paliar esta situación, en
1574, el asistente de Sevilla, Francisco
Zapata y Cisneros, conde de Barajas,
decide convertir el insalubre lodazal en un elegante paseo ajardinado escoltado
por numerosos árboles. Para ello se drenó la zona mediante zanjas, se desecó y
se colmató con tierra para realizar las plantaciones. Se sembraron álamos
blancos, álamos negros, cipreses, naranjos y paraísos para formar un gran paseo
con más de 1.7000 árboles.
A lo largo del paseo arbolado se
instalaron bancos y tres fuentes con esculturas mitológicas (hoy
desaparecidas), una de las cuales –realizada por Diego de Pesquera– estaba
presidida por el dios Baco y otra –obra de Bautista Vázquez– por Neptuno y las
Ninfas, probablemente fundidas en bronce por Bartolomé Morel. De la tercera,
nada se sabe.
La instalación de las fuentes formó parte
de una obra hidráulica de mayor envergadura: la construcción de una cañería y
sus correspondientes arcas desde la Fuente del Arzobispo –cuyos manantiales se
encontraban en una finca de Miraflores propiedad del Arzobispado– hasta
alcanzar la Alameda. El agua que proporcionaban las fuentes de la Alameda era
de mejor calidad que la de resto de la ciudad (que la recibía de Alcalá de
Guadaira a través de los Caños de Carmona, que entraban en Sevilla por la
puerta del mismo nombre).
En el ambiente renacentista que envuelve
esa época, el nuevo y singular jardín surge con un espíritu humanista que
pretende recuperar el pasado clásico. Y para ello se colocaron dos columnas de
época romana procedentes de una construcción situada en la calle Mármoles
(donde persisten tres columnas más) que fueron coronadas por dos esculturas
realizadas por Diego de Pesquera en 1578: Hércules, mítico fundador de la ciudad,
y Julio César, que la convirtió en capital de la Bética.
Los bloques extraídos de las canteras de
Morón por Pedro Montañés fueron transformados en Hércules y Julio Cesar por
Diego de Pesquera en 1574, que cobró 56.250 maravedís por la primera escultura
y 60.000 maravedís por la talla de Julio Cesar. Terminadas las esculturas,
Gaspar Juan (con la posible supervisión de Bartolomé Morel) elevó todo el
conjunto sobre los pedestales: asentó las columnas, fijó los capiteles y
dispuso las estatuas.
Tanto en las peanas de las esculturas
como en los pedestales de las columnas se realizaron diferentes inscripciones
–posiblemente escritas por Francisco Pacheco y el círculo poético de Fernando
de Herrera– que, además de proporcionar datos históricos de la obra, muestran
las ideas renacentistas que recorrían aquel siglo.
A pesar de la muralla y de las
infraestructuras de drenaje acometidos, la Alameda siguió constituyendo una de
las zonas más inundables de la ciudad, por su cercanía al río y por su baja
cota. A título de ejemplo en el año 1649, año de la fatídica epidemia de peste
que asoló Sevilla, se relata que la Alameda estaba tan inundada que se navegaba
por ella con barcos.
La construcción de la Alameda de Hércules
supuso la primera ruptura de la trama musulmana de la ciudad, que mantendría su
integridad prácticamente sin alterar hasta el siglo XIX. En clara
contraposición al conjunto de patios y jardines privados, la Alameda se
constituía en el primer jardín público de Sevilla. A diferencia de los espacios
urbanos hispanomusulmanes, la Alameda se presenta como un jardín abierto en el
corazón de la ciudad, un espacio alargado de diseño geométrico estructurado por
alineaciones paralelas de árboles. Un jardín de estilo renacentista que, con
sus columnas, evocaba los paseos de la roma clásica.
La Alameda se convirtió pronto en lugar
de encuentro y esparcimiento para los sevillanos, en centro social de la vida
de la ciudad, donde concurrían comerciantes y nobles. Una zona de paseo
elegante para la buena sociedad, que sustituyó al Arenal en las preferencias de
esparcimiento de los sevillanos del siglo XVI.
Durante esta época las reposiciones y
plantaciones de árboles continuaron: 250 en 1595, 234 en 1661 y 136 en 1691.
Touvin en 1672 escribía: De todas estas plazas, la Alameda es la más
considerable, que es un paseo de muy largas avenidas bordeadas con árboles...
por las noches da gusto ver las carrozas y personas de calidad pasearse al
fresco de estas hermosas fuentes, cuyas aguas son las mejores de beber en la
ciudad. (El Viaje por España y Portugal).
Dado que la obra hidráulica realizada en
el siglo XVI perdió funcionalidad y en la zona se acumulaban aguas residuales,
en 1765 el asistente Ramón Larumbe tuvo que realizar una profunda reforma de la
Alameda y construir casi en su totalidad una nueva cañería desde la Fuente del
Arzobispo que aportara el caudal suficiente para alimentar las fuentes de la
Alameda y otras que se encontraban en el interior de la ciudad. Se realizaron
nuevas plantaciones, con más de 1.000 árboles, se colocaron nuevos bancos y se
instalaron tres nuevas fuentes (reconstruyéndose las tres anteriores que se
encontraban prácticamente destruidas).
La Alameda se transformó en la segunda
mitad del siglo XVIII, cuando el escultor Cayetano de Acosta realizó y erigió
en el otro extremo del paseo otras dos columnas rematadas con leones y escudos
representando a España y Sevilla.
En ella se comenzaron a celebrar las
fiestas locales de la velada de San Juan y San Pedro, en sustitución de las
fiestas locales del Corpus Christi. Estas nuevas fiestas de finales del mes de
junio, fueron el precedente de las después famosas fiestas locales de la feria
de Abril.
Las clases acomodadas abandonaran la zona
para concentrarse en el Salón Cristina construido en 1830; en la Alameda
permaneció la población más humilde.
En 1876 los pedestales de las columnas se
protegieron del público con verjas. En 1885 fue colocada junto a las columnas
de los leones una fuente de mármol, conocida popularmente como "la Pila
del Pato", que se encontraba en el siglo XVI en la Plaza de San Francisco,
detrás del Ayuntamiento. Esta fue luego trasladada a otro lugar de la ciudad y
actualmente está en la plaza de San Leandro.
Durante las tres primeras décadas del
siglo XX, la
Alameda vuelve a convertirse en una de las zonas más animadas y
concurridas de la ciudad, con quioscos de bebidas provistos de marquesinas,
toldos y amplios veladores coronados por cables con bombillas de colores, en
muchos de los cuales había gramófonos que reproducían cante flamenco y canción
española. La Alameda se constituye en la zona más popular y concurrida de la
ciudad, en la que se proyectan al aire libre las primeras películas mudas, las
murgas amenizan el ambiente y el flamenco adquiere protagonismo en los
cafés-cantantes, donde se formaron artistas de la talla de Manolo Caracol.
Pero tras la guerra civil, en los años
cuarenta y cincuenta se produce una profunda degradación de la Alameda, tanto
del espacio urbano como del ambiente popular que la envolvía.
Los café-cantantes que aparecieron en el
último tercio del siglo anterior, desaparecen en los años veinte del siglo XX,
excepto las Siete Puertas y Casa Morillo que mantuvieron su actividad hasta los
años sesenta. En esta época el cante jondo es marginado y queda recluido en los
cuartos y reservados de los bares en los que los señoritos organizaban fiestas
privadas hasta el amanecer.
El ambiente en la Alameda se torna
marginal; la prostitución se extiende por sus calles. Es un ambiente singular
en el que coexisten los reservados en los bares, que son escuelas de flamenco
para los nuevos cantaores, con las casas de prostitución.
Bares de alterne, viejas casas con
prostitutas de avanzada edad y nuevos locales con mujeres jóvenes que ejercen
la prostitución, se extienden por sus calles hasta finales del siglo XX.
Proxenetas, gente corriente, jóvenes de movimientos alternativos, artistas,
cantaores, músicos de rock, niños jugando en el albero, vecinos hartos de un
ambiente así, vecinos que no cambian su barrio por na… Asfixiada por el tráfico
urbano y por los vehículos aparcados en todos sus rincones. Pero la Alameda
sigue llena de vida, de gente normal y de gente marginal.
Como había ocurrido numerosas veces a lo
largo de su historia, la Alameda quedó anegada en 1961 cuando se produce la
última gran inundación en Sevilla como consecuencia del desbordamiento del
Tamarguillo.
En 1978 comenzaron a realizarse en la
Alameda las obras del metro previsto para la ciudad. Aquellas obras quedaron
sepultadas al paralizarse en 1983 el proyecto presentado en los años setenta.
Durante el periodo 1978-2002, la Alameda
acogió un mercadillo ambulante que animaba las mañanas de domingo. Aquellas
mañanas festivas, cientos de personas recorrían el bulevar para comprar o
contemplar objetos y cuadros antiguos, y en los últimos tiempos, programas de
informática que los más jóvenes necesitaban para introducirse en el nuevo mundo
virtual.
A final de siglo, la Alameda se presenta
como un gran paseo central de albero que, con parterres laterales a lo largo
del mismo, aparece escoltado por grandes árboles en las zonas periféricas. Los
dos estanques construidos en sus extremos durante la reforma realizada en los
años treinta desaparecieron.
A finales del siglo XX todos los
ciudadanos relacionados con la Alameda exigen una reurbanización de la misma
que restaure edificios, espacios, y le proporcione una mayor habitabilidad.
Pero no hubo acuerdo entre los colectivos
ciudadanos ni entre los representantes políticos.
Graves errores de planificación y de
ejecución se han sucedido en los últimos tiempos. Así, la remodelación
ejecutada en 2002 que supuso la pavimentación con losas de pizarra –a pesar de
que ya se había demostrado que este material no es adecuado para el pavimento
de las calles– supuso el nuevo levantamiento de todo el enlosado.
En 2004 se recogen sugerencias de todos
los colectivos implicados para elaborar un proyecto global de lo que tendría
que ser la Alameda del siglo XXI. Pero surgen serias discrepancias: para unos
el albero tiene que conservarse por ser el material tradicional del paseo
mientras que para otros debe de ser sustituido, unos pretenden cambiar toda la
vegetación mientras que otros consideran que no debe alterarse el arbolado, hay
quien retoma el proyecto de los años noventa de crear un aparcamiento
subterráneo frente a los que lo consideran una visión anticuada de lo que tiene
que ser el nuevo urbanismo… Incluso la creación de un área de juegos infantiles
ha resultado problemática, inadecuada para unos, imprescindible para otros.
La última remodelación comenzó en 2005 y
terminó a finales de 2008. Y desde entonces ¡no pocos plantean una nueva
reestructuración!
En 2009 se reubicaron, sobre nuevos
pedestales, el busto dedicado en 1968 a la cantaora Pastora Pavón “Niña de los
Peines” (esculpido por Antonio Illanes Rodríguez) y la escultura erigida en
1991 al cantaor Manolo Caracol (obra de Sebastián Santos Calero). Junto a ellos, ese mismo año, se levanta el
monumento al torero Manuel Jiménez Moreno Chicuelo (obra de Alberto Germán).
Aunque los tres artistas son de Sevilla, no parece tener mucho sentido
situarlos juntos pues cada uno de ellos y cada escultura tienen una historia
muy diferente.
Bajo la Alameda se encuentra un
gigantesco tanque de las tormentas que, con un diámetro de unos 24 metros y 25
metros de profundidad, es capaz de almacenar más de 11.000 m³ de agua.
Ejecutado en 2009 por EMASESA a partir de la construcción subterránea de metro
realizada en los años setenta del siglo anterior, el pozo de las tormentas
tiene como finalidad almacenar los excedentes de agua que se producen durante
las precipitaciones torrenciales o durante las riadas, de modo que tras la
situación extrema se permite la salida del agua a la red de saneamiento cuando
ésta puede evacuarla y transportarla a una estación depuradora para ser
reciclada. En diciembre 2009 el pozo prácticamente se llenó.
Tras un recorrido por la nueva Alameda… ¿Cúal
es el resultado?
Cierto que se ha peatonalizado mucho el
espacio, con la eliminación de los aparcamientos y la restricciones de la
circulación a un solo carril. Pero la alameda como tal, es decir, como un paseo
central que discurre entre árboles, ha desaparecido.
El jardín público más antiguo de la
ciudad fue proyectado como un paseo renacentista, como un espacio geométrico,
regular, en el que las alineaciones de los árboles creaban un espacio central
alargado que permitía el paseo y la estancia a lo largo de toda la zona.
En la nueva Alameda, la disposición de
los árboles y las farolas han distorsionado de tal manera todo el espacio que
el paseo central diáfano, sencillamente, no existe. El diseño original de la
Alameda se ha perdido.
La nueva Alameda ni es vanguardista ni es
clásica; ni siquiera es una alameda. Se ha transformado en una superficie
ondulada, de monótona tonalidad amarillenta, en la que sólo destacan las
fuentes y, lógicamente, las históricas columnas.
Pero la Alameda, como a lo largo de la
mayor parte de su historia, sigue alegre y bulliciosa, llena de gente de uno y
otro tipo. Se han abierto bares y restaurantes de diseño, conviven la cocina
tradicional y la nueva cocina, las tapas tradicionales en unos locales y las
innovadoras en otros. Transitada de día y refugio en las noches de verano (si
el ayuntamiento asume que la Alameda es un espacio de todos los vecinos de
Sevilla). Conciertos de flamenco y de música rock, espectáculos de títeres y
exposiciones de fotografía, representaciones de todo tipo al aire libre…
Sigue siendo una de las zonas más
atractivas de la ciudad porque no hay otra plaza en Sevilla que pueda acoger a
tanta gente, paseando o en veladores, a familias y parejas, a niños y viejos, a
jóvenes y menos jóvenes.
Desde el siglo XVI… cosmopolita y
diversa.