El 22 de agosto de 1972, a las 21.30
horas, se ponía el balón en juego en el Sánchez Pizjuán. Betis y Honved de
Budapest se enfrentaban en la primera semifinal del I Trofeo Ciudad de Sevilla,
ante un estadio que se llenó para ver a los verdiblancos.
El Trofeo Ciudad de Sevilla se unía así a
la larga lista de trofeos veraniegos que poblaban la geografía española. En la década de los 70 vivieron su época más
esplendorosa, con más de 50 torneos veraniegos por año. A partir de los 80 comenzó su decadencia, que
se acentuó con la entrada de las televisiones a finales del siglo XX.
Ya en 1971 se habló de organizar un
trofeo de verano en Sevilla, pero no se concretó hasta 1972, impulsado por el
Ayuntamiento sevillano. La idea era un cuadrangular a celebrar alternativamente
en cada campo y con la participación de dos clubs extranjeros. Aunque en
principio se habló de enfrentar en la primera semifinal a Sevilla y Betis, con
el fin de asegurar la presencia de uno de ellos en la final, se optó por que
Betis y Sevilla nunca se cruzaran en semifinales.
Había muchas dudas al principio sobre
cómo respondería la afición en general, dada la competencia que otros trofeos
cercanos, como el Colombino onubense, el Costa del Sol malagueño ó el Carranza
gaditano, podían realizar, pues ya copaban los partidos en los fines de semana
de agosto. Por ello se optó por celebrar el trofeo entre semana, en cuatro
jornadas nocturnas de martes a viernes, con los dos primeros días para cada
semifinal, el jueves para el partido de consolación y el viernes para la gran
final.
Con ello se ponía también solución a otro
problema adicional, como era la despoblación que Sevilla sufría ya por entonces
los fines de semana, con la gente
buscando temperaturas más agradables en el litoral onubense y gaditano.
En palabras del alcalde Juan Fernández, las
particularidades del Ciudad de Sevilla eran distintas a todos los torneos, porque
nacía basado en la vieja rivalidad de los primeros equipos sevillanos y con una
anticipada garantía de emoción y pasión en los encuentros que estos han de
litigar. Señaló también que si el trofeo era deportivamente distinto a los
demás, también en el orden social era diferente, porque la idea de su montaje
había sido sustentada en el deseo de brindar una organización festiva de
auténtica categoría para los miles de sevillanos que quedan en la ciudad y
sufren los rigores del estío.
Dijo que el éxito, ya al alcance de la
mano, se debla fundamentalmente a los equipos de la ciudad, que con generosidad
se habían vinculado a la Idea. Se refirió a los alicientes que la verbena
organizada con motivo de la competición deportiva poseía y a su eco popular.
Dijo, también, que son cerca de veinte mil personas las que tienen asegurada su
presencia en la Plaza de América la noche de la final.
Efectivamente se pudo comprobar que los
temores iniciales fueron injustificados, pues el trofeo contó con un masivo
apoyo por parte de la afición, que llenó el estadio Sánchez Pizjuán en los 4
partidos del trofeo. En él se impuso el Sevilla, al derrotar en la final al
Honved 1-0. El Betis perdió la primera semifinal 3-4 con los húngaros en un
partido trepidante, y se impuso 5-0 en la consolación a un Peñarol al que se
acusó de venir a pasearse sin ninguna ambición deportiva.
De 1972 a 1981 el Trofeo Ciudad de
Sevilla, premiado con obras de orfebrería de Fernando Marmolejo, se celebró en
10 ediciones, de las que Sevilla y Betis obtuvieron 4 cada uno, mientras que
las otras 2 fueron para el Vasco de Gama y el West Bronwich Albion. Siempre
hubo en la final algún equipo sevillano: en 7 ocasiones cada uno de ellos
accedió a la final y económicamente el trofeo siempre repartió beneficios a los
clubs sevillanos.
Pero en su propio éxito el trofeo llevaba
el germen de su final. Para los equipos sevillanos y para la afición llegó a
ser un objetivo muy importante en el inicio de la temporada. Fracasar en el
trofeo, y uno de los dos tenía que fracasar seguro, no era nada recomendable en
la época de la pretemporada, cuando los aficionados tenían que ilusionarse en
el momento de la renovación de los abonos.
Ya en 1982, con la saturación futbolística
que supuso el Mundial de España, se decidió no jugarlo en su fórmula habitual.
El Sevilla, a quien correspondía su organización, se negó a seguir con la
fórmula de cuadrangular con que se concibió en su inicio. Eugenio Montes Cabeza, el entonces
presidente sevillista, justificó esta decisión por las peticiones recibidas
desde su propia afición.
Se buscó una nueva fórmula por la que
cada año lo organizaría un club en su campo sin la participación del otro,
aunque la afición le dio la espalda a esta nueva fórmula que no tuvo éxito ni continuidad. Murió así una brillante
y exitosa idea que vino a demostrar la potencia de arrastre de las dos
aficiones futbolísticas de Sevilla.
No hay comentarios :
Publicar un comentario