miércoles, 3 de febrero de 2016

Las Atarazanas de Sevilla y el polémico proyecto de reutilización


 No parece que ese deba ser el destino final del edificio medieval de las Atarazanas, uno de los más antiguos de Sevilla y sin duda el astillero original más antiguo de Europa, que debería restaurarse en sus dimensiones y nivel primitivos.

El río ha sido siempre para Sevilla consustancial con su imagen de ciudad y con su historia. Vía de comunicación y peligro constante en tiempos históricos, puerta de entrada de amigos y enemigos, de provisiones y de riquezas.  No es nada raro que a lo largo de la historia siempre haya habido en sus riberas industrias navales de mas o menos envergadura.  

Cesar, en “Bellum Civile” (2.18) menciona por primera vez a la ciudad con el nombre de “Hispalis” precisamente para decir que Marco Terencio Varrón, delegado de Pompeyo en la Bética,  en la primavera del año 49 A.C. practicó un reclutamiento por toda la Provincia Ulterior, almacenó provisiones y “ordenó a los gaditanos construir diez navíos de línea y además procuró que se construyeran bastantes más en Hispalis”[1].

Ibn Al-Qutyya reseña que a raíz de la invasión de los vikingos, que remontando el Guadalquivir llegaron a Sevilla causando grandes estragos en la Ciudad  en el año 844 de la era cristiana, el emir Abderramán tomó medidas de defensa entre las cuales estaba la construcción de unas sencillas atarazanas (Ad-dar as-sina’a – “casa donde se fabrica o construye algo”) para construir barcos y realizar levas para proveerlos de tripulaciones expertas entre gente del mar de los pueblos ribereños, ofreciéndoles buenas retribuciones y dotando a los barcos de elementos de guerra y sobre todo de sustancias incendiarias. Siglo y medio más tarde, el gran Califa  Abu Yacub Yusuf I impulsó la creación de unos astilleros para construir una gran flota con la que quería mantener a raya a los reinos cristianos, astilleros cuya exacta ubicación no se ha logrado situar pero no debía andar muy lejos de la zona de la Barqueta. []

Pero la historia de las actuales Atarazanas comienza en 1251 cuando  Alfonso X, comprendiendo desde el primer momento de su reinado la importancia de armar una importante marina, puso la primera piedra de las Reales Atarazanas de Sevilla, de las que aún se pueden contemplar una tercera parte de su majestuosa arquitectura, que aguantó todas las veleidades de los sucesivos gobiernos, incluso en los tiempos que corren. Y así se levantaron a orillas del Guadalquivir y perpendiculares al río, junto al monte del Arenal, 17 impresionantes naves gótico-mudéjares de ladrillo visto, comunicadas entre sí mediante arcos apuntados, cubiertas por bóvedas de arista,  para la construcción de galeras y naos y el comercio fluvial. 
 

Plano del estado original de las Atarazanas: izquierda (N.) Postigo del Aceite de la muralla almohade y actual calle Arfe;  fachada de la Maestranza de Artillería, Iglesia de San Jorge  y Hospital de la Santa Caridad  (O) actual calle Temprado; derecha (S)  actual calle Santander, Casa del Tesorero, edificio de Veremondo Resta y Torre de la Plata y fondo (E) muralla almohade, casas y actualmente calle Indalecio Prieto (antes Tomás de Ybarra).
Una bella lápida de mármol blanco conservada en el Hospital de la Santa Caridad, construido en 1641 aprovechando y en parte demoliendo cuatro de sus naves, recuerda la inauguración de esta gran obra arquitectónica, que convirtió a Sevilla en el gran astillero de Andalucía y tal vez el más importante de su tiempo. Su texto en latín traducido por Gestoso[2] dice: “Seate conocido/ que ésta casa y toda su fábrica/ la hizo Alfonso preclaro por su nacimiento/ Rey de los españoles/ Fue éste movido a reservar sus galeras y naves contra las fuerzas del viento austral, resplandeciendo con arte completo, lo que antes fue arenal informe. En la era de 1290” (que en el cómputo cristiano es el año 1251).
Las características del edificio aún se pueden vislumbrar en lo que queda de él, si bien en gran parte semienterrados los pilares que sustentan sus airosas bóvedas, pilares que debían tener una altura original de doce metros, de los que actualmente solo está a la vista  una ínfima parte  hasta el arranque de los arcos. En el Catálogo del Patrimonio Inmueble de Andalucía se describen las  Atarazanas como “un espacio diáfano estructurado en naves por potentes arcadas mudéjares. La fuerte direccionalidad producida por éstas se enriquecía con la aparición de una segunda dirección, perpendicular a la primera, generada por la sucesión en paralelo de estos arcos. Esta doble dirección dotaba al espacio de transparencia visual y doble perspectiva. El aspecto formal que las Atarazanas presentaban al Arenal, era el de un frente industrial abierto para posibilitar la entrada y salida de las embarcaciones.

El interior se organizaba a partir de diecisiete naves adosadas dispuestas en perpendicular a la dirección del río, cuyo fondo era la muralla almohade de la ciudad[3]. Es una construcción realizada por la cubrición a dos aguas de una sucesión pilares de ladrillo sobre las que apoyan líneas de arcos, sobre las que se construyen amplios canales para la recogida de aguas, formalizando un acueducto que caracteriza el plano de las cubiertas.
Las naves tienen unas dimensiones de cien metros de largo por doce de alto, las de pilastras de ladrillo son de sección rectangular, con unas medidas de dos metros y cuarenta centímetros por un metro ochenta centímetros, salvando una luz de ocho metros y medio con una altura hasta el arranque de los arcos de cinco metros, éstos son ligeramente apuntados con el intradós rehundido en continuación con las pilastras, y tienen una luz media de once metros. Y se añade que debido a los rellenos sufridos posteriormente, cuando las naves dejaron de usarse para construir barcos, la base de las pilastras se encuentran a la cota -6,15 metros, y bajo ella se encuentra la cimentación, que las excavaciones arqueológicas, han revelado que se compone de una zapata corrida de 1,30 metros de canto, de argamasa bastante compacta con un encofrado perdido de madera”.
Su imagen originaria, salvando las diferencias de estilo, debía ser parecida a la que ofrecen actualmente las Atarazanas de Barcelona.

E incluso las de Valencia: 
Y no la que actualmente tienen la mayoría de las naves, que con arreglo al proyecto de Vázquez Consuegra se quedarán así “per saecula saeculorum”: 
La altura de los pilares de las Atarazanas, doce metros,  era adecuada para albergar los navíos que en ellas se construían o reparaban. Y ello sin olvidar que las Atarazanas se construyeron sustancialmente para fabricar el barco característico de su primera época, la galera, que estuvo en uso hasta bien entrado el siglo XVI: la galera tenía un perfil más esbelto y menos puntal que la nao o carabela, y ello debido a  que se movía fundamentalmente a base de remos. Y junto a ella sin duda se fabricarían también algunos barcos de otro tipo como la coca y la nao y sus derivados tanto para usos militares como mercantes. En efecto, las galeras fabricadas en los siglos XV y XVI solían medir unos 140 pies de eslora (39 metros: un pie = 27,8635 cms), 20 pies de manga (6 metros) y 9 pies de puntal (2,50 metros) aunque más tarde apareció, la galeaza, que podía tener hasta  59 m de eslora, 9 m de manga y 3,35 m de calado, con un puntal de 6,5 m. mientras que, por ejemplo, la carabela Santa María, que desplazaba unas 100 toneladas  medía 7,92 m. de manga (anchura), 15,80 m. de quilla, 23,60 m. de eslora en cubierta, 3,85 m. de puntal (altura de la nave desde su fondo a la cubierta principal; 2,10 m. de calado o parte sumergida; 26.60  m. de altura el palo mayor, 16,40 m. la verga mayor. Evidentemente, dentro de las naves de las atarazanas se construía solamente el casco:  sus palos, jarcias y velamen se armarían una vez fuera de las Atarazanas, para lo cual seguramente se instalarían en la ribera los característicos soportes para mantener el barco en pie mientras se armaba y tinglados con rollizos de madera sobre los que se desplazaría el casco hacia el agua en el momento de la botadura. 


Las Atarazana, dadas sus dimensiones (unos 15.000 m2 de superficie total), tenían capacidad para la construcción o reparación simultánea de muchos barcos, para lo cual se contrataba cantidad de mano de obra cualificada de carpinteros, calafates, tejedores de velas y herreros a los que la Corona otorgaba ciertos privilegios en materia de tributos por lo que tenían la condición de “francos”[4], lo que al Concejo sevillano no le hacía ninguna gracia.  El gobierno de las Atarazanas correspondía al mismo Alcaide del Alcazar.     
La madera para la construcción de las naves se traía de robledales y pinares de la sierra Norte de Sevilla y de las Sierras del Segura.[ Las Atarazanas estuvieron destinadas a la construcción naval aproximadamente dos siglos y medio, y su final fue sin duda la Real Cédula de 16 de junio de 1593 por la que Felipe II prohibía que barcos fabricados en Sevilla y su reino se emplearan en la Carrera de Indias por la peor calidad de la madera frente a la del Norte, lo que dio lugar a las quejas que constan en las actas de la sevillana Universidad de Mareantes del siglo XVI sobre la necesidad de proteger a la fabricación de naos en Andalucía y evitar la competencia de las fabricadas en Vizcaya[5]. 

Las Atarazanas, en sus primeros tiempos, servían también para almacenar el botín y los prisioneros capturados por las flotas de los reyes castellanos y en ocasiones sirvieron también de cárcel para ciertos presos nobles.
Tras decaer la principal función de las Atarazanas, se empezaron a producir usos alternativos de sus naves, muy bien estudiados por Matilde Fernández Rojas [6]: Pescadería (1493[7]), Casa de Contratación (1503, solo unos meses) Real Casa Atarazana de Azogues de Indias (1559), talleres, viviendas, almacenes o bodegas, Aduana (1577), Iglesia de San Jorge y Hospital de la Santa Caridad (1643), que según proyecto de Pedro Sánchez Falconete y modificaciones de Pedro López del Valle ocupó cinco naves y la Real Maestranza de Artillería (1760), que se instaló en las siete  naves que son las que subsisten en su aspecto primitivo aunque  con una profunda remodelación, que no demolición, de las mismas a las que se añadió la fachada aún existente. Y finalmente, en 1940 se demolieron las cinco naves que ocupaba la Real Fábrica de Azogues para instalar la Delegación de Hacienda según proyecto de José Galnares Sagastizábal. 
La propiedad actual de las Atarazanas, declaradas Bien de Interés Cultural y catalogadas como Monumento Nacional desde 1969, corresponde a  la Junta de Andalucía desde 1993.

Tras muchas incidencias, finalmente se ha aprobado un proyecto de reutilización cultural de lo   que queda de las Reales Atarazanas elaborado por el arquitecto Vázquez Consuegra y financiado por “La Caixa”, entidad bancaria no andaluza. El polémico proyecto consiste en dejar las naves colmatadas de rellenos de tierra y escombros,  tal como están,  y convertirlas en zona de paso sin utilización concreta  y establecer otros usos en las dependencias más modernas, que fueron de la Maestranza de Artillería.

No parece que ese deba ser el destino final del edificio medieval de las Atarazanas, uno de los más antiguos de Sevilla y sin duda el astillero original más antiguo de Europa, que debería restaurarse en sus dimensiones y nivel primitivos, eliminando los rellenos por acopios de arenas del río y escombros de las ruinas que durante siglos han elevado el nivel más de seis metros sobre la rasante primitiva, y dedicarse a rememorar y musealizar la importantísima aportación de Sevilla a la navegación y los Descubrimientos. 

PEDRO SÁNCHEZ NÚÑEZ
C. de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría


[1] DÍEZ TEJERA, A, Sevilla en los textos clásicos greco-latinos. Biblioteca de Temas Sevillanos.- Sevilla 1982, p. 16.

[2] GESTOSO, J. Sevilla Monumental y Artística, Tomo 3º, pág. 324-325), Sevilla 1892, reed,.  El Monte, 1984
[3] Un estudio muy detallado de las características y la importancia de la muralla en QUIRÓS ESTEBAN, C.A.  y AMORES CARREDANO, F., Primera intervención arqueológica en las antiguas atarazanas de Sevilla. 1997, pp. 564-573 y también en GARCÍA-TAPIAL Y LEÓN, J, La muralla de las Atarazanas, ABC 2 enero 2016, p. 29 y del mismo autor La falsa rehabilitación de las Atarazanas, Diario de Sevilla, 2 enero 2016, p. 28.  
 
[4] CARANDE, R., CARRIAZO, J de M., El tumbo de los Reyes Católicos del Concejo de Sevilla , Tomo II, años 1477-1479, Fondo para el Fomento de la Investigación en la Universidad,. 1968, pp. 363:  “I – 376.- Trujillo, 26 de julio de 1479: La Reina manda que se guarde la franqueza de tributos de treinta y seis maestros y oficiales de los alcázares y cuatrocientos maestros y oficiales de las atarazanas de Sevilla”.
[5] BORREGO PLA., M.C. Actas de la Universidad de Mareantes de Sevilla, Sevilla 1972, pp. 209 – 213).
[6] FERNÁNDEZ ROJAS, M. Las Reales Atarazanas de Sevilla, Arte Hispalense, Sevilla 2013.
[7] FERNÁNDEZ, M, OSTOS, P, MARCO, M.L. El tumbo de los Reyes Católicos del Consejo de Sevilla (1478 – 1494), Fundación Ramón Areces, Madrid 997, p. 346: “… mudar  la dicha pescaderia a la postrera naue de las ataraçanas, questaua descubierta junto con la puerta del azeyte desa dicha çibdad…”.

lunes, 1 de febrero de 2016

Gobernador Altozano Moraleda


La de Altozano fue una etapa breve pero intensa, marcada por un cierto aire de aperturismo político y un austero moralismo en las costumbres sociales de la ciudad.

A comienzos de 1959 fue nombrado gobernador civil de Sevilla Hermenegildo Altozano Moraleda. Brillante licenciado en Derecho, oficial jurídico de la Armada, secretario general de los territorios de Guinea, miembro del Opus Dei y monárquico convencido. La presencia de Altozano, jiennense nacido en Baños de la Encina en 1916, al frente del gobierno civil de la provincia tuvo una importante trascendencia social y política no sólo en nuestra ciudad sino en toda España.

Hasta la llegada de Altozano Sevilla vivía en una especie de estancamiento social desde prácticamente el final de la Guerra Civil. Los cargos públicos se eternizaban en sus sillones y los problemas de la ciudad estaban todo olvidados en sus cajones, con la sola excepción del Marqués de Contadero, que en octubre del año anterior, le había presentado a Franco su dimisión en el mismo Palacio de El Pardo, denunciando el olvido del régimen a la ciudad.

Esta crisis está en el origen del cambio al frente del gobierno civil entre otros cargos territoriales. El nombramiento de Altozano propiciado por Camilo Alonso Vega ministro de la gobernación, tuvo que ser encajado por Solís, secretario general de Movimiento, por que éste no era falangista y estaba dentro de el ascenso de los tecnócratas y católicos partidarios de un horizonte monárquico para el porvenir de España. Se daba además la circunstancia que por el decreto de octubre de 1958 los gobernadores civiles había recibido amplias atribuciones en materias de fomento y dinamización de la economía, aspectos que tampoco eran ajenos a la aprobación poco tiempo después del Plan de Estabilización.

Teniendo en cuenta que el puesto de gobernador civil llevaba emparejado el de jefe provincial del Movimiento el primer conflicto de Altozano se generó al negarse a vestir la camisa azul de los falangistas. El asunto tuvo eco incluso en  la Prensa y Radio extranjeras que comentaban la expectación despertada en Sevilla por Hermenegildo Altozano.

Dado sus posicionamientos ideológicos, arriesgados en aquellos tiempos, Altozano puso especial empeño en rodearse de hombres afines. Así puso al frente de la alcaldía de Sevilla a Mariano Pérez de Ayala y a Joaquín Carlos López Lozano en la Diputación. Cambió así mismo a una cuarta parte de alcaldes de la provincia entre diciembre de 1959 y abril de 1960. Extendió su red de influencias hasta el Sindicato Español Universitario (SEU) designado a Ramón Cercós como jefe de distrito y a Alejandro Rojas-Marcos de la Viesca como secretario.

Contó Altozano con una buena sintonía de las fuerzas vivas sevillanas a las que intentó vertebrar en torno al Círculo Cultural Jaime Balmes, con una respuesta muy positiva que se vio reflejada en el acto de homenaje en el Círculo de Labradores al que también se unió ABC. El Círculo Cultural Jaime Balmes tenía su sede en la Casa de Pilatos y se ajustaba en su funcionamiento a las normas administrativas vigentes. Por eso se titulaba Círculo Cultural. Las conferencias eran seguidas por dos agentes de la Policía, sentados invariablemente en la última fila, que contrastaban las intervenciones con el resumen auténtico entregado previamente en el Gobierno Civil.
Nada más llegar a Sevilla Altozano tuvo que hacer frente a una huelga en la Hispano Aviación, que atajó mediante una serie de detenciones que alcanzó hasta la Comisión Diocesana de las Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). También desplegó una sonada represión contra la prostitución no solo en la tradicional zona de la Alameda de Hércules sino en diversas “casa de tapadillo” diseminadas por el centro de la ciudad. Esta campaña de moralización pública le generó más de un enfrentamiento con apellidos de arraigo local, además de numerosas protestas.

Su enfrentamiento cumbre no obstante lo protagonizó con el periodista de los medios del Movimiento Manuel Benítez Salvatierra, César del Arco como firmaba, al que llegó a encarcelar y multar con 25.000.- ptas por una campaña que éste desarrolló en el diario Pueblo a propósito de unos de la cesión de unos terrenos en el Paseo de la Palmera para la construcción de una colegio-residencia del Opus Dei. Este asunto que provocó un gran revuelo nacional acabó en el Supremo quien, años después, sin entrar en el fondo de los hechos dio la razón al periodista al dictaminar que la sanción no era competencia del gobernador.

Altozano mantenía el tipo entre todos esto conflictos gracias a los aires aperturistas del Régimen y a que Franco pese a tener constancia de ellos, consideraba que el asunto de los gobernadores era competencia de Alonso Vega y que el comportamiento, sin duda,  heterodoxo de éste no era suficiente para su cese fulminante.

No obstante en marzo de 1961 se produce otro acontecimiento significativo con la detención de una comisión del SEU, con su secretario Alejandro Rojas-Marcos a la cabeza, lo que supone un duro revés a la política de nombramientos que había llevado a cabo Altozano como gobernador civil de Sevilla. La noticia irritó tanto a éste que dejó a entrever al ministro la posibilidad de dejar el cargo. La cosa no llego a mayores pero tanto Ramón Cercós como Rojas-Marcos tuvieron que dimitir.

A este incidente siguió otro, más sonado, con motivo de la visita de Franco a Sevilla en abril de 1961. Altozano que siempre mostró preocupación por los problemas sociales de Sevilla, incluso llego a abrir una suscripción pro suburbios en el año 60, pero incluir la visita no programada de Franco al poblado chabolista de El Vacie fue demasiado y por supuesto no benefició la imagen de las autoridades locales entre las que se generó un importante malestar.

Así las cosa la suerte de Altozano estaba echada y a finales de octubre ya estaban preparadas todas las posibilidades para su relevo. Pero sería las inundaciones del Tamarguillo, un mes después, y el posterior desenlace de la Operación Clavel lo que se llevaría por delante la carrera política de Hermenegildo Altozano Morales que se despedía de Sevilla en un almuerzo homenaje celebrado en el parque de María Luisa en Mayo de 1962. Se cerraba así una etapa breve pero intensa, marcada por un cierto aire de aperturismo político y un austero moralismo en las costumbres sociales de la ciudad.