La de Altozano fue una etapa breve pero intensa, marcada por un cierto aire de
aperturismo político y un austero moralismo en las costumbres sociales de la
ciudad.
A comienzos de 1959 fue nombrado
gobernador civil de Sevilla Hermenegildo Altozano Moraleda. Brillante
licenciado en Derecho, oficial jurídico de la Armada, secretario general de los
territorios de Guinea, miembro del Opus Dei y monárquico convencido. La
presencia de Altozano, jiennense nacido en Baños de la Encina en 1916, al
frente del gobierno civil de la provincia tuvo una importante trascendencia
social y política no sólo en nuestra ciudad sino en toda España.
Hasta la llegada de Altozano Sevilla
vivía en una especie de estancamiento social desde prácticamente el final de la
Guerra Civil. Los cargos públicos se eternizaban en sus sillones y los
problemas de la ciudad estaban todo olvidados en sus cajones, con la sola excepción
del Marqués de Contadero, que en octubre del año anterior, le había presentado
a Franco su dimisión en el mismo Palacio de El Pardo, denunciando el olvido del
régimen a la ciudad.
Esta crisis está en el origen del cambio
al frente del gobierno civil entre otros cargos territoriales. El nombramiento
de Altozano propiciado por Camilo Alonso Vega ministro de la gobernación, tuvo
que ser encajado por Solís, secretario general de Movimiento, por que éste no
era falangista y estaba dentro de el ascenso de los tecnócratas y católicos
partidarios de un horizonte monárquico para el porvenir de España. Se daba
además la circunstancia que por el decreto de octubre de 1958 los gobernadores
civiles había recibido amplias atribuciones en materias de fomento y dinamización
de la economía, aspectos que tampoco eran ajenos a la aprobación poco tiempo
después del Plan de Estabilización.
Teniendo en cuenta que el puesto de
gobernador civil llevaba emparejado el de jefe provincial del Movimiento el
primer conflicto de Altozano se generó al negarse a vestir la camisa azul de
los falangistas. El asunto tuvo eco incluso en la Prensa y Radio extranjeras que comentaban
la expectación despertada en Sevilla por Hermenegildo Altozano.
Dado sus posicionamientos ideológicos, arriesgados
en aquellos tiempos, Altozano puso especial empeño en rodearse de hombres
afines. Así puso al frente de la alcaldía de Sevilla a Mariano Pérez de Ayala y
a Joaquín Carlos López Lozano en la Diputación. Cambió así mismo a una cuarta
parte de alcaldes de la provincia entre diciembre de 1959 y abril de 1960.
Extendió su red de influencias hasta el Sindicato Español Universitario (SEU)
designado a Ramón Cercós como jefe de distrito y a Alejandro Rojas-Marcos de la
Viesca como secretario.
Contó Altozano con una buena sintonía de
las fuerzas vivas sevillanas a las que intentó vertebrar en torno al Círculo
Cultural Jaime Balmes, con una respuesta muy positiva que se vio reflejada en
el acto de homenaje en el Círculo de Labradores al que también se unió ABC. El
Círculo Cultural Jaime Balmes tenía su sede en la Casa de Pilatos y se ajustaba
en su funcionamiento a las normas administrativas vigentes. Por eso se titulaba
Círculo Cultural. Las conferencias eran seguidas por dos agentes de la Policía,
sentados invariablemente en la última fila, que contrastaban las intervenciones
con el resumen auténtico entregado previamente en el Gobierno Civil.
Nada más llegar a Sevilla Altozano tuvo
que hacer frente a una huelga en la Hispano Aviación, que atajó mediante una
serie de detenciones que alcanzó hasta la Comisión Diocesana de las Hermandad
Obrera de Acción Católica (HOAC). También desplegó una sonada represión contra
la prostitución no solo en la tradicional zona de la Alameda de Hércules sino
en diversas “casa de tapadillo” diseminadas por el centro de la ciudad. Esta
campaña de moralización pública le generó más de un enfrentamiento con
apellidos de arraigo local, además de numerosas protestas.
Su enfrentamiento cumbre no obstante lo
protagonizó con el periodista de los medios del Movimiento Manuel Benítez
Salvatierra, César del Arco como firmaba, al que llegó a encarcelar y multar
con 25.000.- ptas por una campaña que éste desarrolló en el diario Pueblo a
propósito de unos de la cesión de unos terrenos en el Paseo de la Palmera para
la construcción de una colegio-residencia del Opus Dei. Este asunto que provocó
un gran revuelo nacional acabó en el Supremo quien, años después, sin entrar en
el fondo de los hechos dio la razón al periodista al dictaminar que la sanción no
era competencia del gobernador.
Altozano mantenía el tipo entre todos
esto conflictos gracias a los aires aperturistas del Régimen y a que Franco
pese a tener constancia de ellos, consideraba que el asunto de los gobernadores
era competencia de Alonso Vega y que el comportamiento, sin duda, heterodoxo de éste no era suficiente para su
cese fulminante.
No obstante en marzo de 1961 se produce
otro acontecimiento significativo con la detención de una comisión del SEU, con
su secretario Alejandro Rojas-Marcos a la cabeza, lo que supone un duro revés a
la política de nombramientos que había llevado a cabo Altozano como gobernador
civil de Sevilla. La noticia irritó tanto a éste que dejó a entrever al
ministro la posibilidad de dejar el cargo. La cosa no llego a mayores pero
tanto Ramón Cercós como Rojas-Marcos tuvieron que dimitir.
A este incidente siguió otro, más sonado,
con motivo de la visita de Franco a Sevilla en abril de 1961. Altozano que
siempre mostró preocupación por los problemas sociales de Sevilla, incluso
llego a abrir una suscripción pro suburbios en el año 60, pero incluir la
visita no programada de Franco al poblado chabolista de El Vacie fue demasiado
y por supuesto no benefició la imagen de las autoridades locales entre las que
se generó un importante malestar.
Así las cosa la suerte de Altozano estaba
echada y a finales de octubre ya estaban preparadas todas las posibilidades
para su relevo. Pero sería las inundaciones del Tamarguillo, un mes después, y
el posterior desenlace de la Operación Clavel lo que se llevaría por delante la
carrera política de Hermenegildo Altozano Morales que se despedía de Sevilla en
un almuerzo homenaje celebrado en el parque de María Luisa en Mayo de 1962. Se
cerraba así una etapa breve pero intensa, marcada por un cierto aire de
aperturismo político y un austero moralismo en las costumbres sociales de la
ciudad.
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