lunes, 1 de febrero de 2016

Gobernador Altozano Moraleda


La de Altozano fue una etapa breve pero intensa, marcada por un cierto aire de aperturismo político y un austero moralismo en las costumbres sociales de la ciudad.

A comienzos de 1959 fue nombrado gobernador civil de Sevilla Hermenegildo Altozano Moraleda. Brillante licenciado en Derecho, oficial jurídico de la Armada, secretario general de los territorios de Guinea, miembro del Opus Dei y monárquico convencido. La presencia de Altozano, jiennense nacido en Baños de la Encina en 1916, al frente del gobierno civil de la provincia tuvo una importante trascendencia social y política no sólo en nuestra ciudad sino en toda España.

Hasta la llegada de Altozano Sevilla vivía en una especie de estancamiento social desde prácticamente el final de la Guerra Civil. Los cargos públicos se eternizaban en sus sillones y los problemas de la ciudad estaban todo olvidados en sus cajones, con la sola excepción del Marqués de Contadero, que en octubre del año anterior, le había presentado a Franco su dimisión en el mismo Palacio de El Pardo, denunciando el olvido del régimen a la ciudad.

Esta crisis está en el origen del cambio al frente del gobierno civil entre otros cargos territoriales. El nombramiento de Altozano propiciado por Camilo Alonso Vega ministro de la gobernación, tuvo que ser encajado por Solís, secretario general de Movimiento, por que éste no era falangista y estaba dentro de el ascenso de los tecnócratas y católicos partidarios de un horizonte monárquico para el porvenir de España. Se daba además la circunstancia que por el decreto de octubre de 1958 los gobernadores civiles había recibido amplias atribuciones en materias de fomento y dinamización de la economía, aspectos que tampoco eran ajenos a la aprobación poco tiempo después del Plan de Estabilización.

Teniendo en cuenta que el puesto de gobernador civil llevaba emparejado el de jefe provincial del Movimiento el primer conflicto de Altozano se generó al negarse a vestir la camisa azul de los falangistas. El asunto tuvo eco incluso en  la Prensa y Radio extranjeras que comentaban la expectación despertada en Sevilla por Hermenegildo Altozano.

Dado sus posicionamientos ideológicos, arriesgados en aquellos tiempos, Altozano puso especial empeño en rodearse de hombres afines. Así puso al frente de la alcaldía de Sevilla a Mariano Pérez de Ayala y a Joaquín Carlos López Lozano en la Diputación. Cambió así mismo a una cuarta parte de alcaldes de la provincia entre diciembre de 1959 y abril de 1960. Extendió su red de influencias hasta el Sindicato Español Universitario (SEU) designado a Ramón Cercós como jefe de distrito y a Alejandro Rojas-Marcos de la Viesca como secretario.

Contó Altozano con una buena sintonía de las fuerzas vivas sevillanas a las que intentó vertebrar en torno al Círculo Cultural Jaime Balmes, con una respuesta muy positiva que se vio reflejada en el acto de homenaje en el Círculo de Labradores al que también se unió ABC. El Círculo Cultural Jaime Balmes tenía su sede en la Casa de Pilatos y se ajustaba en su funcionamiento a las normas administrativas vigentes. Por eso se titulaba Círculo Cultural. Las conferencias eran seguidas por dos agentes de la Policía, sentados invariablemente en la última fila, que contrastaban las intervenciones con el resumen auténtico entregado previamente en el Gobierno Civil.
Nada más llegar a Sevilla Altozano tuvo que hacer frente a una huelga en la Hispano Aviación, que atajó mediante una serie de detenciones que alcanzó hasta la Comisión Diocesana de las Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). También desplegó una sonada represión contra la prostitución no solo en la tradicional zona de la Alameda de Hércules sino en diversas “casa de tapadillo” diseminadas por el centro de la ciudad. Esta campaña de moralización pública le generó más de un enfrentamiento con apellidos de arraigo local, además de numerosas protestas.

Su enfrentamiento cumbre no obstante lo protagonizó con el periodista de los medios del Movimiento Manuel Benítez Salvatierra, César del Arco como firmaba, al que llegó a encarcelar y multar con 25.000.- ptas por una campaña que éste desarrolló en el diario Pueblo a propósito de unos de la cesión de unos terrenos en el Paseo de la Palmera para la construcción de una colegio-residencia del Opus Dei. Este asunto que provocó un gran revuelo nacional acabó en el Supremo quien, años después, sin entrar en el fondo de los hechos dio la razón al periodista al dictaminar que la sanción no era competencia del gobernador.

Altozano mantenía el tipo entre todos esto conflictos gracias a los aires aperturistas del Régimen y a que Franco pese a tener constancia de ellos, consideraba que el asunto de los gobernadores era competencia de Alonso Vega y que el comportamiento, sin duda,  heterodoxo de éste no era suficiente para su cese fulminante.

No obstante en marzo de 1961 se produce otro acontecimiento significativo con la detención de una comisión del SEU, con su secretario Alejandro Rojas-Marcos a la cabeza, lo que supone un duro revés a la política de nombramientos que había llevado a cabo Altozano como gobernador civil de Sevilla. La noticia irritó tanto a éste que dejó a entrever al ministro la posibilidad de dejar el cargo. La cosa no llego a mayores pero tanto Ramón Cercós como Rojas-Marcos tuvieron que dimitir.

A este incidente siguió otro, más sonado, con motivo de la visita de Franco a Sevilla en abril de 1961. Altozano que siempre mostró preocupación por los problemas sociales de Sevilla, incluso llego a abrir una suscripción pro suburbios en el año 60, pero incluir la visita no programada de Franco al poblado chabolista de El Vacie fue demasiado y por supuesto no benefició la imagen de las autoridades locales entre las que se generó un importante malestar.

Así las cosa la suerte de Altozano estaba echada y a finales de octubre ya estaban preparadas todas las posibilidades para su relevo. Pero sería las inundaciones del Tamarguillo, un mes después, y el posterior desenlace de la Operación Clavel lo que se llevaría por delante la carrera política de Hermenegildo Altozano Morales que se despedía de Sevilla en un almuerzo homenaje celebrado en el parque de María Luisa en Mayo de 1962. Se cerraba así una etapa breve pero intensa, marcada por un cierto aire de aperturismo político y un austero moralismo en las costumbres sociales de la ciudad.

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