No parece que ese deba ser el destino final del edificio
medieval de las Atarazanas, uno de los más antiguos de Sevilla y sin duda el astillero
original más antiguo de Europa, que debería restaurarse en sus dimensiones y
nivel primitivos.
El río ha sido siempre para Sevilla consustancial con su
imagen de ciudad y con su historia. Vía de comunicación y peligro constante en
tiempos históricos, puerta de entrada de amigos y enemigos, de provisiones y de
riquezas. No es nada raro que a lo largo
de la historia siempre haya habido en sus riberas industrias navales de mas o
menos envergadura.
Cesar, en “Bellum
Civile” (2.18) menciona por primera vez a la ciudad con el nombre de
“Hispalis” precisamente para decir que Marco Terencio Varrón, delegado de
Pompeyo en la Bética, en la primavera
del año 49 A.C. practicó un reclutamiento por toda la Provincia Ulterior,
almacenó provisiones y “ordenó a los gaditanos construir diez navíos de línea y
además procuró que se construyeran bastantes más en Hispalis”[1].
Ibn Al-Qutyya reseña que a raíz de la invasión de los
vikingos, que remontando el Guadalquivir llegaron a Sevilla causando grandes
estragos en la Ciudad en el año 844 de
la era cristiana, el emir Abderramán tomó
medidas de defensa entre las cuales estaba la construcción de unas sencillas
atarazanas (Ad-dar as-sina’a – “casa donde
se fabrica o construye algo”) para construir barcos y realizar levas para
proveerlos de tripulaciones expertas entre gente del mar de los pueblos
ribereños, ofreciéndoles buenas retribuciones y dotando a los barcos de
elementos de guerra y sobre todo de sustancias incendiarias. Siglo y medio más
tarde, el gran Califa Abu Yacub Yusuf I impulsó la creación de unos
astilleros para construir una gran flota con la que quería mantener a raya a
los reinos cristianos, astilleros cuya exacta ubicación no se ha logrado situar
pero no debía andar muy lejos de la zona de la Barqueta.
Pero la historia de las actuales Atarazanas comienza
en 1251 cuando Alfonso X, comprendiendo
desde el primer momento de su reinado la importancia de armar una importante
marina, puso la primera piedra de las Reales
Atarazanas de Sevilla, de las que aún se pueden contemplar una tercera
parte de su majestuosa arquitectura, que aguantó todas las veleidades de los
sucesivos gobiernos, incluso en los tiempos que corren. Y así se levantaron a orillas del Guadalquivir y
perpendiculares al río, junto al monte del Arenal, 17 impresionantes naves
gótico-mudéjares de ladrillo visto, comunicadas entre sí mediante arcos
apuntados, cubiertas por bóvedas de arista,
para la construcción de galeras y naos y el comercio fluvial.
Una bella lápida
de mármol blanco conservada en el Hospital de la Santa Caridad, construido en
1641 aprovechando y en parte demoliendo cuatro de sus naves, recuerda la
inauguración de esta gran obra arquitectónica, que convirtió a Sevilla en el
gran astillero de Andalucía y tal vez el más importante de su tiempo. Su texto
en latín traducido por Gestoso[2]
dice: “Seate conocido/ que ésta casa y
toda su fábrica/ la hizo Alfonso preclaro por su nacimiento/ Rey de los
españoles/ Fue éste movido a reservar sus galeras y naves contra las fuerzas
del viento austral, resplandeciendo con arte completo, lo que antes fue arenal
informe. En la era de 1290” (que en el cómputo cristiano es el año 1251).
Las
características del edificio aún se pueden vislumbrar en lo que queda de él, si
bien en gran parte semienterrados los pilares que sustentan sus airosas
bóvedas, pilares que debían tener una altura original de doce metros, de los
que actualmente solo está a la vista una
ínfima parte hasta el arranque de los
arcos. En el Catálogo del Patrimonio Inmueble de Andalucía se describen las Atarazanas como “un espacio diáfano estructurado en naves por
potentes arcadas mudéjares. La fuerte direccionalidad producida por éstas se
enriquecía con la aparición de una segunda dirección, perpendicular a la
primera, generada por la sucesión en paralelo de estos arcos. Esta doble
dirección dotaba al espacio de transparencia visual y doble perspectiva. El
aspecto formal que las Atarazanas presentaban al Arenal, era el de un frente
industrial abierto para posibilitar la entrada y salida de las embarcaciones.
El interior se organizaba a partir de diecisiete naves adosadas dispuestas en perpendicular a la dirección del río, cuyo fondo era la muralla almohade de la ciudad[3]. Es una construcción realizada por la cubrición a dos aguas de una sucesión pilares de ladrillo sobre las que apoyan líneas de arcos, sobre las que se construyen amplios canales para la recogida de aguas, formalizando un acueducto que caracteriza el plano de las cubiertas.
Las naves tienen unas dimensiones de
cien metros de largo por doce de alto, las de pilastras de ladrillo son de
sección rectangular, con unas medidas de dos metros y cuarenta centímetros por
un metro ochenta centímetros, salvando una luz de ocho metros y medio con una
altura hasta el arranque de los arcos de cinco metros, éstos son ligeramente
apuntados con el intradós rehundido en continuación con las pilastras, y tienen
una luz media de once metros. Y se añade que debido a los rellenos sufridos posteriormente, cuando las naves dejaron
de usarse para construir barcos, la base de las pilastras se encuentran a la
cota -6,15 metros, y bajo ella se encuentra la cimentación, que las excavaciones
arqueológicas, han revelado que se compone de una zapata corrida de 1,30
metros de canto, de argamasa bastante compacta con un encofrado perdido de
madera”.
Su
imagen originaria, salvando las diferencias de estilo, debía ser parecida a la
que ofrecen actualmente las Atarazanas de Barcelona.
E
incluso las de Valencia:
Y
no la que actualmente tienen la mayoría de las naves, que con arreglo al
proyecto de Vázquez Consuegra se quedarán así “per saecula saeculorum”:
La altura de los
pilares de las Atarazanas, doce metros, era
adecuada para albergar los navíos que en ellas se construían o reparaban. Y
ello sin olvidar que las Atarazanas se construyeron sustancialmente para
fabricar el barco característico de su primera época, la galera, que estuvo en
uso hasta bien entrado el siglo XVI: la galera tenía un perfil más esbelto y
menos puntal que la nao o carabela, y ello debido a que se movía fundamentalmente a base de
remos. Y junto a ella sin duda se fabricarían también algunos barcos de otro
tipo como la coca y la nao y sus derivados tanto para usos militares como
mercantes. En efecto, las galeras
fabricadas en los siglos XV y XVI solían medir unos 140 pies de eslora (39
metros: un pie = 27,8635 cms), 20 pies de manga (6 metros) y 9 pies de puntal
(2,50 metros) aunque más tarde apareció, la galeaza, que podía tener hasta 59 m de eslora, 9 m de manga y 3,35 m de calado,
con un puntal de
6,5 m. mientras que, por ejemplo, la carabela Santa
María, que desplazaba unas 100 toneladas medía 7,92 m. de manga (anchura), 15,80 m. de
quilla, 23,60 m. de eslora en cubierta, 3,85 m. de puntal (altura de la nave
desde su fondo a la cubierta principal; 2,10 m. de calado o parte sumergida;
26.60 m. de altura el palo mayor, 16,40
m. la verga mayor. Evidentemente, dentro de las naves de las atarazanas se
construía solamente el casco: sus palos,
jarcias y velamen se armarían una vez fuera de las Atarazanas, para lo cual
seguramente se instalarían en la ribera los característicos soportes para
mantener el barco en pie mientras se armaba y tinglados con rollizos de madera
sobre los que se desplazaría el casco hacia el agua en el momento de la
botadura.
Las Atarazana, dadas sus dimensiones (unos 15.000 m2 de superficie total),
tenían capacidad para la construcción o reparación simultánea de muchos barcos,
para lo cual se contrataba cantidad de mano de obra cualificada de carpinteros,
calafates, tejedores de velas y herreros a los que la Corona otorgaba ciertos
privilegios en materia de tributos por lo que tenían la condición de “francos”[4],
lo que al Concejo sevillano no le hacía ninguna gracia. El gobierno de las Atarazanas correspondía al
mismo Alcaide del Alcazar.
La madera para la
construcción de las naves se traía de robledales y pinares de la sierra Norte de Sevilla y de las Sierras del Segura. Las Atarazanas estuvieron destinadas a la construcción naval
aproximadamente dos siglos y medio, y su final fue sin duda la Real Cédula de
16 de junio de 1593 por la que Felipe II prohibía que barcos fabricados en
Sevilla y su reino se emplearan en la Carrera de Indias por la peor calidad de
la madera frente a la del Norte, lo que dio lugar a las quejas que constan en
las actas de la sevillana Universidad de Mareantes del siglo XVI sobre la
necesidad de proteger a la fabricación de naos en Andalucía y evitar la
competencia de las fabricadas en Vizcaya”[5].
Las Atarazanas,
en sus primeros tiempos, servían también para almacenar el botín y los
prisioneros capturados por las flotas de los reyes castellanos y en ocasiones
sirvieron también de cárcel para ciertos presos nobles.
Tras
decaer la principal función de las Atarazanas, se empezaron a producir usos
alternativos de sus naves, muy bien estudiados por Matilde Fernández Rojas [6]:
Pescadería (1493[7]),
Casa de Contratación (1503, solo unos meses) Real Casa Atarazana de Azogues de
Indias (1559), talleres, viviendas, almacenes o bodegas, Aduana (1577), Iglesia
de San Jorge y Hospital de la Santa Caridad (1643), que según proyecto de Pedro Sánchez Falconete y
modificaciones de Pedro López del Valle ocupó cinco naves y la Real Maestranza de Artillería (1760), que se instaló en las siete naves que son las que subsisten en su aspecto
primitivo aunque con una profunda
remodelación, que no demolición, de las mismas a las que se añadió la fachada
aún existente. Y finalmente, en 1940 se demolieron las cinco naves que ocupaba
la Real Fábrica de Azogues para instalar la Delegación de Hacienda según
proyecto de José Galnares Sagastizábal.
La propiedad actual de las Atarazanas, declaradas Bien de Interés Cultural y catalogadas como Monumento Nacional desde 1969, corresponde a la Junta de
Andalucía desde 1993.
Tras muchas incidencias, finalmente se ha aprobado un
proyecto de reutilización cultural de lo que
queda de las Reales Atarazanas elaborado por el arquitecto Vázquez Consuegra y
financiado por “La Caixa”, entidad bancaria no andaluza. El polémico proyecto
consiste en dejar las naves colmatadas de rellenos de tierra y escombros, tal como están, y convertirlas en zona de paso sin utilización
concreta y establecer otros usos en las
dependencias más modernas, que fueron de la Maestranza de Artillería.
No parece que ese deba ser el destino final del edificio
medieval de las Atarazanas, uno de los más antiguos de Sevilla y sin duda el astillero
original más antiguo de Europa, que debería restaurarse en sus dimensiones y
nivel primitivos, eliminando los rellenos por acopios de arenas del río y
escombros de las ruinas que durante siglos han elevado el nivel más de seis
metros sobre la rasante primitiva, y dedicarse a rememorar y musealizar la
importantísima aportación de Sevilla a la navegación y los
Descubrimientos.
PEDRO
SÁNCHEZ NÚÑEZ
C. de la
Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría
[1] DÍEZ TEJERA, A, Sevilla en los textos clásicos greco-latinos. Biblioteca de Temas
Sevillanos.- Sevilla 1982, p. 16.
[2]
GESTOSO, J. Sevilla
Monumental y Artística, Tomo 3º, pág. 324-325), Sevilla 1892, reed,. El Monte, 1984
[3]
Un estudio muy detallado de las características y la importancia de la muralla
en QUIRÓS ESTEBAN, C.A. y AMORES
CARREDANO, F., Primera intervención
arqueológica en las antiguas atarazanas de Sevilla. 1997, pp. 564-573 y
también en GARCÍA-TAPIAL Y LEÓN, J, La
muralla de las Atarazanas, ABC 2 enero 2016, p. 29 y del mismo autor La falsa rehabilitación de las Atarazanas,
Diario de Sevilla, 2 enero 2016, p. 28.
[4] CARANDE, R., CARRIAZO, J de M., El
tumbo de los Reyes Católicos del Concejo de Sevilla , Tomo II, años 1477-1479,
Fondo para el Fomento de la Investigación en la Universidad,. 1968, pp.
363: “I
– 376.- Trujillo, 26 de julio de 1479: La Reina manda que se guarde la franqueza
de tributos de treinta y seis maestros y oficiales de los alcázares y
cuatrocientos maestros y oficiales de las atarazanas de Sevilla”.
[5]
BORREGO PLA., M.C. Actas de la Universidad de Mareantes de Sevilla, Sevilla 1972, pp.
209 – 213).
[6] FERNÁNDEZ
ROJAS, M. Las Reales Atarazanas de
Sevilla, Arte Hispalense, Sevilla 2013.
[7]
FERNÁNDEZ, M, OSTOS, P, MARCO, M.L. El
tumbo de los Reyes Católicos del Consejo de Sevilla (1478 – 1494), Fundación
Ramón Areces, Madrid 997, p. 346: “… mudar
la dicha pescaderia a la postrera naue
de las ataraçanas, questaua descubierta junto con la puerta del azeyte desa
dicha çibdad…”.
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