lunes, 15 de septiembre de 2014

La procelosa historia del Mercado de la Encarnación



Dos meses después de instalarse el Mariscal Soult, en el Palacio Arzobispal se firmaba un Decreto en nombre de José I Bonaparte en cuyo primer artículo, literalmente, se podía leer:

"Artículo 1o - Se formará una plaza pública en el terreno que ocupa la manzana comprendida entre las plazas de Regina y de la Encamación"

Así pues se derriba el convento de la Encamación, siendo trasladadas sus monjas al antiguo Hospital de Santa Marta, donde aún hoy día reside la orden. El resto de la manzana, que se había segregado en diversas casas y palacios, es demolida.

La idea era crear un espacio central a modo de Plaza Mayor en el corazón de la ciudad desde el que partieran todas las calles periféricas; pero la escasez de fondos y el cariz contrario a los intereses napoleónicos que había tomado la Guerra de la Independencia motivaron que solo se hiciera la demolición de esta manzana, quedando suspendidos los trabajos restantes de limpieza y desescombro. De esta forma, cuando los franceses abandonan la ciudad, la plaza es un inmenso montón de escombros que se tardó varios años en limpiar.

En definitiva, por obra y gracia de los franceses la ciudad se encuentra en la segunda década del siglo XIX con un solar vacío de cerca de 25.000 m sin ningún tipo de uso. El Ayuntamiento, una vez limpia la parcela, decidió ubicar en él un mercado de abastos que paliara las necesidades de la ciudad, pues en ese momento Sevilla no contaba con un punto fijo de ventas, sino que el comercio se esparcía por las distintas calles y plazas, tal y como se hacía desde el medievo.

La ciudad no era precisamente un modelo de higiene y salubridad, y por sus calles y plazuelas se vendían todo tipo de productos y alimentos; desde el pescado en la Plaza de la Pescadería, las legumbres en la calle Herbolarios, las carnicerías y verdulerías  en  la Plaza de la Alfalfa, las frutas y frutos secos en la del Salvador,  o la venta de la caza menor en la calle Luchana.

La mayor parte de las veces esta venta era ambulante, y al ser al aire librel las condiciones higiénicas dejaban mucho que desear y, en ocasiones, suponían graves problemas para la salud de los ciudadanos. A ello hay que añadir las dificultades  del Ayuntamiento para cobrar tributos y tener controlados a los vendedores por no estar ubicados en un sitio concreto. Por todo ello se hacía absolutamente imprescindible crear un mercado de abastos en la ciudad.

Tras muchos proyectos y sesiones del Cabildo, por fin "el martes primero de agosto de 1820 empezó a establecerse el Mercado Principal de Abastos en la nueva plaza de la Encamación" según cuenta don Joaquín Guichot. El flamante mercado estaba realizado en madera de pino según un proyecto presentado por Cayetano Vélez en 1814.

Este primer mercado no tuvo una larga existencia, ya que en 1831 era demolido y sustituido por otro de ladrillo construido bajo la dirección de Melchor Cano, aunque una serie de problemas y complicaciones provocan que el Mercado no se pueda dar por finalizado hasta 1837, e incluso hasta 1842 no se concluyeron algunas obras como la zona que podríamos denominar de "dirección" (el Juzgado del Mercado).

Se trataba de un inmenso edificio rectangular que abarcaba la plaza en su totalidad, desde la calle Dados (Puente y Pellón) hasta el Convento de Regina. El interior del primitivo mercado estaba organizado en tres amplias calles, con galerías cubiertas, a ambos lados de las cuales se situaban los puestos ordenados según los artículos de venta: pan , frutas y hortalizas, carne fresca y chacina, pescado.... y en su centro, donde se ubicaban los puestos de venta más efímera
se situaba una fuente mármol (la que está en la actualidad en la Plaza) rodeada de los cuatro árboles que aún hoy se conservan.

Al enorme recinto, con 430 placeros, algo más que una plaza de abastos al uso, se accedía por ocho puertas, tres en cada lado largo (que coincidía con las antiguas calles del Correo y del Aire); y una puerta en cada lado menor, esto es, a la calle Dados (actual Puente y Pellón) y a Regina.

Paradójicamente, este progreso en base al cual se había creado el mercado se convierte, con los años, en uno de sus principales enemigos. Y es que, vistas las ventajas de concentrar los puntos de venta en un único espacio, se crean nuevos mercados a lo largo de la ciudad, como el de Entradores, el del Postigo del Aceite o el de la calle Feria. De esta forma, el inmenso edificio de la Encarnación perdía importancia y valor dentro de la ciudad.

Además en 1948, se derriba la mitad sur del Mercado para facilitar el la comunicación entre Laraña e Imagen y la posterior ampliación de esta. Una operación urbanística que trataba de conectar la Puerta Osario con la Campana, dando lugar a una plaza junto a la iglesia de la Anunciación y también al principio del fin del propio mercado.

En efecto, en los sesenta se hundieron parte de sus naves, solo un siglo y medio después de su construcción, provocando la marcha de los placeros. Además, la riada del Tamarguillo hizo que muchos vecinos del centro se desplazaran a las afueras de la ciudad, cayendo la clientela del mercado, mientras que la aparición de los nuevos supermercados ocasionó que otros placeros se fueran de allí.

Ante el estado de ruina del edificio en octubre de 1973 se inicia su demolición, tras pasar los puestos que quedaban a un solar, en una esquina de la plaza, en lo que fue un mercado provisional que duró más de 37 años.

Hoy por fin, gracias al proyecto del arquitecto alemán Jürgen Mayer con su Metropol Parasol, la Encarnación vuelve a contar, polémicas aparte, con un moderno mercado de abastos, que abarca 4.500 metros cuadrados de superficie y alrededor de 70 puestos de venta.

El techo del mercado es a su vez el suelo de una gran plaza pública, un poco más elevada sobre la superficie y de donde emergen esbeltas los seis grandes pilares de las "setas", como popularmente se les conoce, y por último, un ascensor lleva hasta la cubierta, que se encuentra a unos 30 metros de altura, ligeramente por encima de los edificios que se encuentran en la zona y donde se ubica un mirador en forma de "nube" desde el cual se obtienen una magníficas vistas sobre todo el casco antiguo de Sevilla.

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