martes, 14 de octubre de 2014

Los enigmas de la Venus del espejo



Carne de enigma y morbo artístico a través del tiempo, La Venus del espejo, el único desnudo de la pintura española del siglo XVI. Toda la historia que rodea a esta gran obra, es del todo singular: una Venus completamente desnuda como esta era algo totalmente insólito para una época en la que la Inquisición tenía desterradas las imágenes carnales.

Las primeras dudas de lo que podría llamarse el misterio de la Venus se plantean en torno a su fecha de ejecución. La primera referencia documental sobre ella data de 1651, fecha en la que aparece mencionada en un inventario de las posesiones del poderoso Gaspar Méndez de Haro, marqués del Carpio y Eliche, y sucesor del conde-duque de Olivares.

Sin embargo, hace apenas diez años, un historiador español, Ángel Aterido, descubrió que la pintura había pertenecido con anterioridad al marchante y artista Domingo Guerra Coronel, y que había sido a la muerte de este cuando pasó a manos del marqués del Carpio.

Como ya se ha señalado, la pintura aparece inventariada en el año 1651 entre los bienes de Gaspar de Haro y Guzmán y pasó luego a su hija, Catalina de Haro y Guzmán, la octava marquesa del Carpio, y su esposo, Francisco Álvarez de Toledo, el X duque de Alba.13 Estuvo desde 1688 a 1802 en poder de la Casa de Alba. En 1802, Carlos IV de España ordenó a la familia que vendiera la pintura (junto con otras obras) a Manuel Godoy, su favorito y primer ministro. Éste la colgó en su residencia entonces, el Palacio del Marqués de Grimaldi (vecino a la calle Bailén) junto con dos obras maestras de Francisco Goya: La maja desnuda y La maja vestida, que posiblemente fueron encargadas por el propio Godoy. La Venus hubo de colgar en el llamado Palacio de Godoy durante unos pocos años, hasta que el primer ministro se mudó al Palacio de Buenavista, en la Plaza de Cibeles.

Pero la gran incógnita es saber quién es esa bellísima mujer que posa de espaldas y cuyo rostro se percibe borroso en el espejo que sostiene Cupido. Existe la teoría que apunta a una de las muchas amantes del marqués de Eliche, hombre con fama de libertino y promiscuo. La versión más difundida es que la mujer es inventada y que Velázquez se inspira en la escultura clásica conocida como el Hermafrodita borghese, cuyo original se encuentra en el Louvre y del que existe una copia en el Prado.

También se ha escrito que se inspiró en uno de los modelos pintados por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Las discusiones entre profesores han generado y siguen generando abundantísima literatura. Sin embargo, las últimas investigaciones señalan a Olimpia Triunfi como la auténtica Venus. Todos los indicios apuntan a que se conocieron en Roma cuando el pintor tenía 50 años y ella, entre 18 y 20.

Velázquez había hecho su primer viaje a Italia en 1629. Tenía entonces 30 años y se quedó durante casi un año. En el segundo viaje, hecho por encargo del rey para mandar reproducir grandes esculturas, es ya un grandísimo artista que se relaciona con los mayores creadores del momento. Le nombran académico, le agasajan y a él le encanta el ambiente de libertad que hay en Italia. Le gusta tanto que el rey le pide que regrese en varias ocasiones y él retrasa el viaje lo más que puede. Parece que le une el amor por la joven Olimpia, pero, sobre todo, el hijo que tiene con ella.

La historiadora británica Jennifer Montagu descubrió a comienzos de la década de los ochenta que Velázquez, casado en España y padre de dos hijas, había tenido un hijo en Italia.

Apoyada en documentos, la investigadora demostró que el pintor hacía pagos periódicos a Olimpia para el mantenimiento del pequeño, un niño llamado Antonio. En esos documentos se descubre un Velázquez preocupado por la precaria salud del niño y desconfiado ante los cuidados que le prodiga la madre. El niño murió cuando contaba sólo ocho años de edad, por causas desconocidas.

Posteriormente se han encontrado en archivos romanos numerosos documentos que completan los descubrimientos de Montagu. En ellos se detallan las cantidades y la periodicidad de aquellos envíos de dinero.

Velázquez muere a los 60 años, lo que significa que pinta a la Venus en su última década, en su etapa de máxima madurez, cuando realiza sus obras maestras más conocidas, entre ellas El barbero del Papa, Las meninas, Las hilanderas...

¿Se atreve a realizar más desnudos? Dependiendo de los historiadores que se consulte, parece que pudo pintar dos más. Hay escritos en los que se habla de uno de ellos y de que se trataría de otra Venus. Si la hizo, está desaparecida. El interés por ese segundo desnudo velazqueño es tal que dos novelas lo tienen como tema central. Una es La mano de Velázquez, de Lourdes Ortiz. El segundo libro es obra de Thomas Hoving, conservador del Metropolitan de Nueva York.

No se sabe tampoco cuánto cobró Velázquez por  La Venus del espejo pero los expertos se arriesgan a asegurar de que debió tratarse de una suma alta, dado que era el pintor de cámara del rey. Del dueño inicial, el marqués de Eliche, el cuadro  fue llevado a Inglaterra en septiembre de 1813. A los cuatro meses adquirió la tela George Yates y más tarde pasó a poder de J. B. S. Morritt, para engrosar su colección de Rokeby Hall, que la adquirió por quinientas libras, y por consejo de su amigo Thomas Lawrence.

Aquí se nos presenta otro de los enigmas de este cuadro: ¿Cómo salió la obra de España y llegó a manos del coleccionista inglés? Unos señalan que la pintura fue robada directamente por los ingleses de las colecciones españolas durante la Guerra de la Independencia y llevada a Inglaterra en 1813.  Otros dicen que Fernando VII regaló la Venus del espejo a Wallis, el agente del coleccionista Buchanam. Otra corriente se inclina en creer que cuando los franceses se incautaron de la colección de Godoy, el lienzo fue seguramente suministrado por Frederic Quilliet, comisario de Bellas Artes del rey José, al pintor británico George Wallis que compraba por cuenta del millonario coleccionista Buchanan. Nadie lo sabe con certeza.

Lo cierto es que el cuadro viajo a Inglaterra, que a Morritt, se lo adquirió, posteriormente, el gran marchante de arte inglés Agnew and Son y que finalmente el Fondo de las Colecciones de Arte Nacionales, por entonces recientemente creado, adquirió la obra en 1906 por 45.000 libras, para la National Gallery, siendo su primera adquisición triunfal. El rey Eduardo VII admiró grandemente la pintura y anónimamente proporcionó 8.000 libras al fondo para su compra, y se convirtió en Patrón del Fondo en adelante. El acuchillamiento de la tela en 1914 por una sufragista que consideraba escandalosa la obra, hace que las medidas de seguridad del cuadro sigan siendo extremas.

Mientras, desde una de las salas de la National Gallery de Londres, el rostro de la sensual dama asoma borroso en el espejo, como si el propio Velázquez hubiese querido burlarse de nosotros proponiéndonos un acertijo…

No hay comentarios :

Publicar un comentario