martes, 3 de noviembre de 2015

El Teatro Eslava



Fue diseñado con la clara intención de atraer al público más selecto y adinerado de la ciudad. De esta manera a su alrededor se podían ver estacionados los mejores carruajes privados de la ciudad.

En los terrenos donde ahora se levanta el Hotel Alfonso XIII, uno de los emblemas de la Exposición Iberoamericana de 1929, se inauguró en 1887 El Teatro Eslava construido por Antonio Capó. Ocupaba parte de los jardines del antiguo Palacio de San Telmo con un amplio y alto edificio. Era de verano y el patio de butacas era eso, un patio sin muros, ventilado y techado con lonas. El recinto pronto se convirtió en algo más que un teatro para pasar a ser un centro de ocio, que diríamos hoy en día.

Como tal teatro de verano estaba sometido a las inclemencias del tiempo. Así a veces cuando llovía el terreno del teatro se convertía en un lodazal. Para evitar estas situaciones se acondicionó el local con una nueva techumbre de planchas de zinc, de forma que aunque lloviese no se tuvieran que suspender las representaciones. En agosto de 1899 se realizaron las obras que lo transformaron en circo.

Cuenta Julio Martínez Velasco que fue el más distinguido por el público de las clases acomodadas de entre todo aquel Broadway estival que los sevillanos montaban, año tras año, en el espacio delimitado por la estación de San Bernardo, con el Teatro Portela, la Puerta Jerez, con el Eslava y el Prado de San Sebastián y Paseo de Catalina de Ribera, con numerosos teatros efímeros y, desde la llegada del cine, con los cines de verano aún mudos.

Por tanto fue el que ofrecía una programación más selecta, preferentemente de zarzuela y ópera. El teatro Eslava acogió, por ejemplo, «Aída», «Carmen» y «Otello», y fue el lugar donde el prestigioso Massini Pieralli comenzó su andadura artística. El espacio acogió otros actos festivos y culturales —una montaña rusa, un panorama de Tierra Santa o la exposición de industrias sevillanas—, con la clara intención de atraer al público más selecto y adinerado de la ciudad. De esta manera a su alrededor se podían ver estacionados los mejores carruajes privados de la ciudad, junto a los cocheros y lacayos que formaban amigables tertulias mientras los señores presenciaban las representaciones.  

Casi paralelamente, el «complejo del ocio» contó con una pantalla de cine, siendo una de las primeras experiencias de este tipo en la ciudad. Lógicamente no se trataba de largometrajes como entendemos en la actualidad, sino una edición de escenas breves en movimiento de máximo 30 minutos, de corte militar, toreo, de comitivas, de «gags» cómicos y tomas de la Exposición Universal de París de 1900.

Las funciones estaban compuestas por dos, tres o cuatro secciones, así por ejemplo en  unas funciones especiales con motivo de la Feria de San Miguel de 1902, se ofrecía música en directo además del cinematógrafo, aunque en otras ocasiones se optaba por audiciones fonográficas en los intermedios entre cuadros. Otras veces se incluyeron diferentes números de variedades vinculados al circo. El número de cintas por pase oscilaba entre cinco y veinticuatro.

El genero de variedades era el que imperaba en aquellos tiempos, así además del cinematógrafo, por el Teatro y los Jardines de Eslava pasaron diferentes tipos de espectáculos: circenses, a cargo (le la Gran Compañía Ecuestre Italiana de Luigi Borza y la Gran Compañía de Vicente Alegría: variedades, por parte de la Gran Compañía Internacional de Variedades, la empresa Internacional de Espectáculos Mr. Auban y la Gran Compañía Internacional ecuestre, gimnástica, cómica y musical de los hermanos Díaz; musicales, algunos de ellos fueron actuaciones en directo de una banda donde se interpretaban pasodobles, minuets y diversas piezas de baile.

La empresa de este coliseo conquistó a un público selecto que en buen número llenaba todas las noches el ameno teatro, pero a la muerte de su último propietario, Gregorio Fernández, y tras intentos fallidos de compra, este conjunto de ocio fue derribado en 1916 para hacer hueco a su siguiente «huésped», nunca mejor dicho, el Hotel Alfonso XIII. Como dice Fran Piñero en Sevilla Ciudad

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